Bricolaje 'okupa' en La Veterinaria

Decenas de jóvenes adecentan el inmenso inmueble tomado en Lavapiés y preparan en asamblea la organización de un comedor colectivo y talleres de baile, ganchillo o agricultura biológica

Una semana de ebullición y otra de reflexión e inventario. Los jóvenes que hace quince días tomaron el antiguo Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA), La Veterinaria, para organizar actividades alternativas, abandonado desde hace más de tres años en Lavapiés, se enfrentan a las díficultades que supone autogestionar el mayor local que ha tenido el movimiento okupa madrileño en los últimos diez años.Después de unas primeras jornadas de trasíego, efervescencia y puertas abiertas han decidido recoger velas por unos días. Antes de asumir iniciativas y gente nueva han optado, en asamb...

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Una semana de ebullición y otra de reflexión e inventario. Los jóvenes que hace quince días tomaron el antiguo Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA), La Veterinaria, para organizar actividades alternativas, abandonado desde hace más de tres años en Lavapiés, se enfrentan a las díficultades que supone autogestionar el mayor local que ha tenido el movimiento okupa madrileño en los últimos diez años.Después de unas primeras jornadas de trasíego, efervescencia y puertas abiertas han decidido recoger velas por unos días. Antes de asumir iniciativas y gente nueva han optado, en asamblea, por cerrar temporalmente la puerta de este bloque industrial, en Embajadores, 68, Se impone saber quiénes están en el proyecto y para qué. "O ponemos orden o esto se nos va de las manos", se plantean,

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Durante los primeros días todo el que quería llegaba y sentaba plaza en alguna esquina del enorme edificio, de decenas de miles de metros cuadrados, Grupos de ,jóvenes de diferentes barrios se han adjudicado alguna de las innumerables dependencias dedicadas antes a animalarios o laboratorios de sanidad.

También en lo que fue el ala noble, enmoquetada, algunos han comenzado a vivir. "Comunicado para aprender a usar la cadena del water", se lee en la puerta del retrete. Es una ironía, hay cadena, pero no agua corriente, aunque se apañan con bidones. El asunto es que algunas dependencias están ya limpias y arregladas y en ellas parece que la actividad va en serio. En otras, sin embargo, existen pocos indicios de que el local vaya a tener algún futuro.

"Han venido grupos que han cogido locales pero tenemos que saber qué se plantean para-decidir sobre ellos en la asamblea", explican. Ya han decidido que los espacios no serán en ningún caso para grupos políticos ni sindicatos, También se plantean, dadas las dimensiones del inmueble, que convendría agrupar en un ala todos los talleres para facilitar su limpieza y uso.

Otro de los problemas que ha llevado a cerrar la puerta es la avalancha de niños y adolescentes de los colegios y el instituto cercano, que han descubierto en el edificio una Disneylandia underground, con el riesgo de que alguno sufra un accidente.

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"Saber lo que queremos"

"Antes de nada necesitamos saber quiénes estamos aquí dentro, muchos nos conocemos pero hay grupos que han llegado, han cogido un local y no sabemos qué planes tienen ni si están dispuestos a currárselo", explican algunos de los pioneros. "Hace falta saber lo que queremos para que, cuando llegue alguien nuevo con un proyecto, podamos contarle cómo funciona el centro".En realidad, este edificio, conocido en el barrio como La Veterinaria, tiene dos diferencias respecto a otros okupados en ocasiones anteriores. Primero, es mucho mayor, y, segundo, desde el momento mismo del asalto, a él ha entrado gente ajena a los promotores de la iniciativa, entre los que se encuentran los jóvenes desalojados de Lavapiés, 15, y La Guindalera (Salamanca) y colectivos como Aedenat, Comrade, CGT o el movimiento de objetores e insumisos.

En ocasiones anteriores (en los inmuebles de David Castilla, Minuesa...) el recinto no se abría

a la calle hasta tener una idea de lo que se iba a hacer. Aquí se ha hecho al revés, lo que complica las cosas.

En esta primera semana ya se ha celebrado una exposición de fanzines (revistas), un recital de música étnica a favor de un pueblo okupado, una fiesta y una obra de teatro. Funciona también un bar, con el que pretenden sacar dinero para el centro, y un comedor. El edificio ha cobrado un nuevo aspecto. En parte, porque los jóvenes han adecentado un buen número de estancias y también porque lo han llenado de pintadas. Ya desde la fachada se comprueba que este edificio del Ministerio de Agricultura, propiedad desde 1995 de Patrimonio del Estado, está ahora en manos bien distintas.

Un gran diablo, pintado con maestría junto a la entrada, recuerda que hace un mes, durante el desalojo de otro centro parecido en La Guindalera (con 158 detenidos), el concejal del PP del distrito de Salamanca, Fernando Martínez Vidal, acusó a los okupas de celebrar fiestas satánicas. La ocurrencia molestó: de hecho hay interpuesta una querella contra el edil por injurias y calumnias . Pero también se tomó con ironía y, desde entonces, en cualquier acto okupa hay siempre algo que recuerde al diablo.

Por ahora, la zona más arreglada es la de la entrada, junto a un gran patio central con numerosos árboles. En ella se acumulan los sofás y los paneles ínformatívos. Es el único ala que dispone de luz eléctrica, gracias a un generador del que se han lanzado varios cables con bombillas. Hay carteles que informan de lo decidido en las asambleas, junto a otros en los que se solícítan profesores de baile o se regalan gatos. Están también limpios los recintos dedicados a tetería y sala de proyección de películas. Estos días se expone una colección de dibujos de El Roto.

Comedor popular

Una pequeña nave junto a los árboles hace las veces de comedor, que regentan, como proyecto de cooperativa, entre una decena de personas. "Vamos buscando ofertas por los supermercados, las pequeñas tiendas y Mercamadrid", explican,En ella han instalado una cocina industrial con una de las trayectorias más ajetreadas de la historia de los electrodomésticos, Utilizada durante años en el centro okupado de Minuesa, uno de los que más duraron en la ciudad, tras su desalojo fue trasladada a otros centros sociales de los que salía siempre ante la llegada de la policía.

Las labores de adecentamiento han supuesto también la retirada de cascotes y de los frascos con restos de productos químicos que han apílado en estancias cerradas. Todos se preguntan cómo el INIA cerró su sede sin retirar esos residuos.

El sistema de organización es asambleario, con reuniones y grupos de trabajo, Se han reunido ya los grupos que quieren organizar talleres de malabares, jardinería, ganchillo, agricultura biológica, ropa usada, teatro, alemán, francés... y también un sector con idea de vivir en lo que fue la zona noble del Instituto.

Igualmente se han creado comisiones. Unos se encargan del dinero y exponen la auditoría de cuentas en un gran cartel. Otros han elaborado un panfletillo que repartieron por los buzones para que los residentes de la zona sepan sus objetivos (al menos los teóricos). Un tercer grupo se dedica a informar en cartelones de lo decidido en asambleas.

El vecindario permanece a la expectativa. Mucha gente, ajena del todo al movimiento okupa, asoma la nariz por la puerta. Los más decididos se adentran a ver lo que hay. "Qué bien han dejado esto, con lo abandonado que estaba", comentaba el pasado martes un jubilado del barrio mientras fisgaba el local acompañado de su esposa.

El miedo al posible ruido de los conciertos que vayan a celebrarse es la bestia negra vecinal. "Cuando estaban en la imprenta Minuesa el problema era el ruido y el gentío de cada día de concierto", comenta la propietaria de un comercio cercano. "Hombre, se pasan con tanta pintada, sobre todo que algunas no hay quien las entienda, como esa que dice 'no disfrutamos en el paro tampoco trabajando'. Entonces ¿cómo quieren vivir estos chicos?". "Tampoco me parece bien que hayan llenado de pintada

un comercio cercano de máquinas de coser", añade.

Por ahora no se ha celebrado ningún concierto multitudinario y cañero. El primero está previsto para el 10 de mayo, con grupos como Tarzán y Habeas Corpus. Será la prueba de fuego y lo jóvenes están eligiendo la parte del edificio de donde salga menos ruido hacia el exterior.

La curiosidad, la necesidad y la picaresca llevan a acercarse por el local a gente poco relacionada con el movimiento okupa. Así, Francisco, un médico jubilado que asegura tener 99 años, aunque aparenta veinte menos se acercó el martes porque le gustaría dar charlas sobre salud. Otro hombre en la cuarentena explica que él ha llegado al centro okupa porque no podía pagar el alquiler. "Y aquí estoy, de okupa de los okupas, porque sé que mi presencia molesta a algunos, pero yo sólo me iré si me lo pide la asamblea", concluye.

Poner en marcha el centro supone todo un camino lleno de asambleas, fiestas, discusiones, juergas, trabajos y también enfados. "Es que hay gente que piensa que un centro autogestionado es un lugar donde uno hace lo que se le pone y que, por ejemplo, como le digas que el bar tiene un horario, te acusa de fascista", explica uno de los veteranos. "Otros creen que aquí sólo se viene a pribar y a esparramar y encima tienen un mal beber", añade.

Pero por encima de todo este trajín pende la espada de Damocles del desalojo. Patrimonio del Estado no tiene ningún proyecto sobre el edificio y cree que quien debe solicitar el desalojo es la Delegación del Gobierno. Por su parte, el Ayuntamiento de Madrid quiere que Patrimonio le ceda esta Veterinaria que forma parte del Casino de la Reina, incluido en los proyectos de rehabilitación de Lavapiés. Los planes municipales consisten en derribar el enorme y sólido inmueble para construir en el terreno un aparcamiento y ampliar la zona verde del Casino. Pero no quiere saber nada del recinto mientras esté habitado. Los okupas no las tienen todas consigo y procuran que siempre haya alguien en el inmueble, para que no se lo cierren a traición. Pero, por si acaso, en los carteles del primer concierto avisan: "Se celebrará aquí, salvo desalojo".

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