Cartas al director

Lo que cuesta correr

Cabría suponer que la principal motivación que guía a los organizadores de una prueba abierta a "todas las personas que lo deseen", es decir, una de las llamadas carreras populares, es el interés meramente deportivo; que se reúnan en la misma los alicientes que contribuyan a hacerla grande.Por desgracia, no parece haber sido éste el móvil de los organizadores, la A. D. Marathon, a quienes les ha debido parecer mucho más importante el aspecto lucrativo y mercantil que el deportivo. De otra manera, no se entiende que se castigara a las 4.100 personas inscritas (no cesaban de repetirlo con jactan...

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Cabría suponer que la principal motivación que guía a los organizadores de una prueba abierta a "todas las personas que lo deseen", es decir, una de las llamadas carreras populares, es el interés meramente deportivo; que se reúnan en la misma los alicientes que contribuyan a hacerla grande.Por desgracia, no parece haber sido éste el móvil de los organizadores, la A. D. Marathon, a quienes les ha debido parecer mucho más importante el aspecto lucrativo y mercantil que el deportivo. De otra manera, no se entiende que se castigara a las 4.100 personas inscritas (no cesaban de repetirlo con jactancia por la megafonía) con un desembolso de 1.000 pesetas por un dorsal que les daba derecho a una camiseta, pero que no sirvió para que pudieran refrescarse, hidratarse con una botellita de agua en el primer avituallamiento (kilómetro 5), como tampoco el derecho a un refresco al llegar a la meta. Al parecer, las 1.000 pesetas que se pagan por un dorsal decorado arriba y abajo con los nombres de las entidades y marcas patrocinadoras (Adidas e Ibercaja) no dan para más. Una camiseta es lo mínimo que dan en cualquier carrera, desde las que piden un precio asequible por el dorsal hasta las que lo entregan de manera gratuita: ningún mérito han de arrogarse los organizadores de estos 20 kilómetros. Organizadores que han ingresado un mínimo de cuatro millones (¿su manera de sanear las finanzas?) sólo por las inscripciones de los populares.

Por si esto no era suficiente, aún queda el bochornoso trato a los corredores sin dorsal, a los que se persiguió poco menos que como a delincuentes. El espectáculo de los matones apostados a la entrada del estadio para lanzarse como perros de presa sobre los corredores sin dorsal fue denigrante. Debe de ser su manera de entender y fomentar el sano deporte del atletismo-

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