ELECCIONES BRITÁNICAS

Los conservadores sucumben al desaliento ante la gran ventaja laborista a cuatro días del voto

La moral del Partido Conservador británico se resquebraja a ojos vista a cuatro días de la cita con las urnas. El desaliento ha sucedido al fugaz optimismo que despertó en el cuartel general tory una encuesta de ICM que otorgaba hace unos días al partido una intención de voto del 37%, sólo cinco puntos por detrás de los laboristas. Nuevos muestreos -el último, publicado hoy por The Sunday Mirror subrayan la solidez del liderazgo laborista, con 24% de ventaja, mIentras rumores de luchas fratricidas entre los miembros del equipo que dirige la campaña conservadora han saltado de nuevo a primer pl...

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La moral del Partido Conservador británico se resquebraja a ojos vista a cuatro días de la cita con las urnas. El desaliento ha sucedido al fugaz optimismo que despertó en el cuartel general tory una encuesta de ICM que otorgaba hace unos días al partido una intención de voto del 37%, sólo cinco puntos por detrás de los laboristas. Nuevos muestreos -el último, publicado hoy por The Sunday Mirror subrayan la solidez del liderazgo laborista, con 24% de ventaja, mIentras rumores de luchas fratricidas entre los miembros del equipo que dirige la campaña conservadora han saltado de nuevo a primer plano.

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Las discrepancias entre el presidente conservador, Brian Mawhinney, un hombre de carácter difícil que tiene a su cargo la coordinación de toda la campaña, con el propio Major y el jefe de su equipo en Downing Street, lord Cranborne, son cada vez más claras, hasta el punto de que desde hace unos días el primer ministro ha optado por tomar él mismo las decisiones en materia propagandística.Por segunda vez en apenas 10 días, Major cambió el pasado viernes el mensaje electoral televisado del partido y lo sustituyó por una comparecencia personal grabada apenas 24 horas antes. Las especulaciones que recoge la prensa no conservadora apuntan a que los pesos pesados tories -como los ministros de Sanidad, Stephen Dorrell, y el de Defensa, Michael Portillo- están alejados del mando, intentando situarse en espera de que suene el pistoletazo de salida en la futura batalla por la sucesión de Major.

Sólo el primer ministro mantiene la fe en una victoria conservadora, por otra parte cada vez más improbable. En el mismo espíritu presidencial que caracteriza a la campaña laborista -el mensaje propagandístico del partido emitido el pasado jueves fue una especie de programa hagiográfico sobre Tony Blair-, Major fue la estrella de la programación electoral televisada de los tories. Cada partido tiene asignado su espacio electoral gratuito, la única propaganda autorizada en las cadenas de televisión británicas.

En una intervención de 10 minutos, filmada el jueves por la noche a su regreso de una visita a Coventry y Newcastle, el líder conservador se dirigió con expresión sombría al electorado advirtiéndole de los riesgos esenciales que puede entrañar un triunfo laborista.. El actual primer ministro cargó las tintas en dos temas en los que el Nuevo Laborismo ofrece una verdadera alternativa a los tories: Europa y los parlamentos autonómicos para Escocia y el País de Gales.

Disolver la nación

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El jefe del Gobierno recordó los daños económicos -inmediata pérdida de empleos- que pueden derivarse de la decisión laborista de firmar el Capítulo Social o de acatar la legislación sobre jornada laboral de 48 horas semanales. Major hizo hincapié en que la buena disposición de Blair a ceder el derecho de veto en áreas no esenciales puede significar el primer paso hacia una Europa federal. En cuanto al parlamento autónomo para Escocia, marcaría, a su juicio, el principio del fin de la nación británica.

Ayer, por el contrario, tanto en la rueda de prensa cotidiana como en una posterior visita que realizó a la circunscripción de Huntingdon, por la que es diputado en la Cámara de los Comunes, el primer ministro retomó las cuestiones económicas. Major alertó a los votantes sobre la "pesadilla" que puede significar el triunfo de un equipo tan inexperto como el laborista. El líder de los conservadores reconoció que el partido de Blair significa cambio, "pero un cambio para peor", dijo, con evidente riesgo de pérdida de empleos, posible aumento de impuestos y del gasto público, eso sin contar con la ruptura de la unidad nacional.

Los laboristas, por su parte, mantienen la ofensiva. Tony Blair, que ayer regresó a Manchester, esta vez en un tren de la compañía Virgin y acompañado por su dueño, el multimillonario Richard Branson, insistió en pulsar otra vez el botón del pánico, asegurándoles a los votantes que, además de suprimir la pensión estatal básica, los conservadores pondrán el IVA a los alimentos si logran mantenerse al frente de las riendas del país.

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