La última fila de clase se sincera

Chavales con fracaso escolar cuentan su experiencia en unas jornadas de la asociación Semilla

Su alergia a la escuela nació porque sintieron que los maestros hacían más caso a los alumnos que se colocaban en las primeras filas de clase. Ellos se sentaban detrás por aburrimiento o porque sus problemas familiares les hacían perder el hilo. '"Estos maestros se vuelcan con los que menos apoyo necesitan, y debía ser al revés". Ésta fue una de las frases más repetidas ayer, en las primeras jornadas de la asociación Semilla, que desde hace dos décadas regenta en Villaverde talleres de informática y diseño para menores con fracaso escolar.En la sesión no hubo expertos. Los protagonistas absolu...

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Su alergia a la escuela nació porque sintieron que los maestros hacían más caso a los alumnos que se colocaban en las primeras filas de clase. Ellos se sentaban detrás por aburrimiento o porque sus problemas familiares les hacían perder el hilo. '"Estos maestros se vuelcan con los que menos apoyo necesitan, y debía ser al revés". Ésta fue una de las frases más repetidas ayer, en las primeras jornadas de la asociación Semilla, que desde hace dos décadas regenta en Villaverde talleres de informática y diseño para menores con fracaso escolar.En la sesión no hubo expertos. Los protagonistas absolutos del día fueron los chicos, que contaron sus experiencias. No sólo hablaron de la escuela, también de otros obstáculos que muchos de ellos conocen de cerca: la droga, el alcoholismo, la vivienda y el trabajo precario o el racismo.

Mari Carmen Sánchez, una joven de Fuenlabrada de 16 años, acabó harta de las aulas. "Yo no entendía y los profesores pasaban de mi, así que salí del colegio sin el graduado escolar", explica. "Me apunté a los talleres de diseño industrial de Semilla, y estoy muy contenta. He conseguido sacar el graduado y un oficio que me gusta; si no, andaría por la calle o en casa", añade. "Esto es distinto a la escuela. En cada taller estamos seis o siete chicos, no 31 como en el colegio", añade. La asociación tiene 30 educadores para atender a 1-50 chavales.

Silvia Tourabi, de 16 años, llegó de Marruecos hace cuatro.

"No sabía castellano y en clase no me enteraba de nada; hubo un profesor que me apoyó mucho, pero el resto pasaba y me aburría cada vez más" explica. Pasó de un colegio a otro, cada vez más desanimada. Además, en su familia surgieron problemas serios y ella y sus hermanos fueron internados en un centro de tutela del Gobierno regional, donde siguen. "En el centro me hablaron de estos talleres, y me alegro, porque me encanta aprender confección y sé, además, que tendré que buscarme pronto la vida", explica.

En casa de Juan Antonio Cortés, un joven gitano de 17 años, no dan crédito al cambiazo de su hijo. Dejó la escuela sin saber casi leer ni escribir y ahora está entusiasmado aprendiendo informática en la asociación

Asociación Semilla. Manola y Rosario, 9 (798 43 51)

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