Tribuna:

Medinaceli

La iglesia estaba atestada de gente y había una larga cola para subir al camarín. Estuve hablando con una señora que, como yo, quería ver la imagen de Jesús de Medinaceli después de restaurada. Llevaba, además, las tres peticiones que hay que hacerle a la imagen de mayor devoción de Madrid para que conceda una. Esto de darle al Señor tres posibilidades para que. elija me parece una fineza de la cortesía capitalina.La señora, que dljo llamarse Humildad, me aseguró: "Yo soy católica", pero añadió en tono de confidencia: "Bueno, unas cosas me las creo y otras no". Creía en Jesús de Medinaceli, co...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La iglesia estaba atestada de gente y había una larga cola para subir al camarín. Estuve hablando con una señora que, como yo, quería ver la imagen de Jesús de Medinaceli después de restaurada. Llevaba, además, las tres peticiones que hay que hacerle a la imagen de mayor devoción de Madrid para que conceda una. Esto de darle al Señor tres posibilidades para que. elija me parece una fineza de la cortesía capitalina.La señora, que dljo llamarse Humildad, me aseguró: "Yo soy católica", pero añadió en tono de confidencia: "Bueno, unas cosas me las creo y otras no". Creía en Jesús de Medinaceli, como buena madrileña. Vimos la imagen desde la reja que cierra el camarín. No era viernes y no había besapiés. La imagen es una buena talla de cuerpo entero, aunque vestida con túnica granate con bordados dorados. Lleva una melena, que parece de pelo natural, ceñida con corona de espinas de oro, que la afea un poco. Según los señores García Gutiérrez y Martínez Carbajo, autores del libro Iglesias de Madrid, es obra de un imaginero sevillano, quizá Francisco de. Ocampo o, más probablemente, Luis de la Peña. Tiene una historia viajera o, casi, aventurera. Estuvo en África y fue capturada por los musulmanes, los cuales pidieron por ella su peso en oro. Un trinitario la rescató, pero no por ese precio, sino que la balanza se equlibró con treinta monedas de plata, un milagro que evoca la traición de Judas. De vuelta a España, el duque de Medinaceli la tomó bajo su protección y la mandó poner en el convento de los trinitarios, sobre cuyo solar se construyó, ya en los años veinte de nuestro siglo, la iglesia en la que se venera.

Poco antes de la guerra civil fue llevada al Prado y luego se la trasladó a Ginebra. Regresó a Madrid con toda pompa en 1939, en una jornada que fue apoteosis del nacionalcatolicismo. Por la concurrencia que vemos ahora, se ve que esta devoción no sigue pautas políticas. En Semana Santa, Jesús sale a la calle, y esto se interpreta como la devolución de la visita que la imagen quiere hacer a los madrileños por las muchas que ellos le hacen durante el año.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En