Ampliar poderes y mejorar la imagen

José María Gil-Robles se enfrenta a un doble reto en los dos años y medio que ejercerá la presidencia del Parlamento Europeo, hasta el verano de 1999. Por un lado, aumentar los poderes del Parlamento en las negociaciones de la reforma de los tratados comunitarios, la Conferencia Intergubernamental (CIG). Por otro, abordar una tarea que en los últimos meses se ha revelado urgente: mejorar la imagen de la Eurocámara ante la opinión pública.El Parlamento Europeo no es una institución popular. Su carencia de poder real frente al Consejo de Ministros y la Comisión Europea ha ido reduciendo su papel...

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José María Gil-Robles se enfrenta a un doble reto en los dos años y medio que ejercerá la presidencia del Parlamento Europeo, hasta el verano de 1999. Por un lado, aumentar los poderes del Parlamento en las negociaciones de la reforma de los tratados comunitarios, la Conferencia Intergubernamental (CIG). Por otro, abordar una tarea que en los últimos meses se ha revelado urgente: mejorar la imagen de la Eurocámara ante la opinión pública.El Parlamento Europeo no es una institución popular. Su carencia de poder real frente al Consejo de Ministros y la Comisión Europea ha ido reduciendo su papel mediático a una asamblea parlamentaria de segundo orden. Más parece un refugio de viejas glorias o un vivero de jóvenes promesas de la política que una auténtica cámara de representación popular de los ciudadanos europeos. La elección por sufragio universal apenas ha servido para mejorar esa imagen de inutilidad.

Acabar con eso no es una tarea que parezca abordable en la media legislatura que gestionará Gil-Robles, pero a su favor juegan dos bazas: el momento (la negociación de la CIG) y su carrera profesional (un letrado en Cortes que se conoce al dedillo las tripas de un parlamento). El nuevo presidente debe ganarse el honor logrando que los socios de la Unión Europea aumenten los poderes de la Eurocámara.

Pero para acabar con la actual imagen de institución superflua no bastará con aumentar sus poderes. El nuevo presidente debe afrontar una profunda catarsis interna que debería empezar por la aprobación de un Estatuto del Diputado y culminar con una reforma de los actuales reglamentos. Gil-Robles tiene que acabar con el actual desorden -al menos, aparente- de los gastos de los diputados y poner coto a las trampas legales que permiten a muchos de ellos enriquecerse con el cobro de dietas y sobresueldos que corresponden a gastos ficticios.

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