Editorial:

Centenario Mónaco

ES PEQUEÑO, pero es buen negocio. Tanto que cabría calificarlo de Estado-negocio. En pocos lugares como Mónaco -que acaba de cumplir los 700 años de su fundación- están las finanzas del Estado tan entremezcladas con el ordenamiento político. Incluso el hechizo mediático de la familia Grimaldi es parte de este entramado. ¿Qué mejor publicidad para un lugar de inversiones? Al menos hasta que los escándalos y tragedias que han sacudido a este principado han empezado a resultar algo excesivos.No hay que rasgarse las vestiduras por la piratería que ejercía el fundador de este micro-Estado, Francisc...

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ES PEQUEÑO, pero es buen negocio. Tanto que cabría calificarlo de Estado-negocio. En pocos lugares como Mónaco -que acaba de cumplir los 700 años de su fundación- están las finanzas del Estado tan entremezcladas con el ordenamiento político. Incluso el hechizo mediático de la familia Grimaldi es parte de este entramado. ¿Qué mejor publicidad para un lugar de inversiones? Al menos hasta que los escándalos y tragedias que han sacudido a este principado han empezado a resultar algo excesivos.No hay que rasgarse las vestiduras por la piratería que ejercía el fundador de este micro-Estado, Francisco Grimaldi, "el malicioso", 700 años atrás. Muchos otros Estados tienen orígenes oscuros. Pero, siete siglos después, el actual príncipe, Raniero III, se considera, más que un jefe de Estado, un presidente de empresa, en un territorio que cuenta con más líneas de teléfonos que de habitantes (30.000), y no digamos que ciudadanos monegascos (menos de 7.000). Más que de PIB, en Mónaco se habla de "cifra de negocios" del Estado. Pero es más negocio aún desde que, tras diversos avatares, Napoleón III le arrebatara la mayor parte de su territorio a cambio de una nueva independencia que vino a coincidir con la apertura del primer casino, hace siglo y medio, y la posterior creación de la Sociedad de Baños de Mar para explotar, con el Estado, estos y otros beneficios. Si el juego -que durante largo tiempo permitió suprimir los impuestos- ha perdido peso, lo han ganado las finanzas y el sector inmobiliario bajo el mandato del que quiere que le consideren un "príncipe-constructor". Y es que Raniero ha hecho el Mónaco moderno, con sus sombras de autoritarismo y sus luces de fiesta.

Primero, involucrando al armador griego Onassis. Luego, casándose con la bella Grace Kelly, que contribuyó a atraer capital norteamericano y entró en el mundo de exclusivas y constante atención de la prensa del corazón.

Esta hipoteca mediática le está pasando factura últimamente, con los escándalos en torno a la princesa Estefanía y su ex marido y ex guardaespaldas. Pero la atención no decae.

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El príncipe Alberto, soltero y sin descendencia, insiste en que él es el heredero de un Raniero cansado tras casi 50 años al frente de un negocio que presenta nuevas dificultades. El boom inmobiliario se ha desinflado; por primera vez, el Estado tiene un déficit presupuestario; la Sociedad de Baños de Mar está en números rojos, y la globalización económica hace que tenga que competir con otras plazas fuertes financieras por las inversiones, en algunos casos de piratas modernos de lo inmaterial. Hoy, esta fábrica de sueños está pasando por ciertos apuros. Quizás necesite inventar unos nuevos.

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