Josep Maria Sala, el gran capitán

El hombre fuerte del socialismo catalán y martillo de Pujol, acusado de 13 delitos en el 'caso Filesa'

Se ha introducido con fortuna el término capitán para referirse a los dirigentes territoriales que controlan el aparato del partido socialista en Cataluña y por extensión la mayoría de la organización. El senador y diputado autonómico Josep Maria Sala merece el título de gran capitán como líder natural del aparato, el aparatchik por excelencia del socialismo catalán, que desde un segundo plano quita y pone primeros secretarios, como se comprobó en el reciente congreso del PSC con la sustitución de Raimon Obiols, por Narcís Serra.Es, pues, al hombre fuerte del aparato socia...

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Se ha introducido con fortuna el término capitán para referirse a los dirigentes territoriales que controlan el aparato del partido socialista en Cataluña y por extensión la mayoría de la organización. El senador y diputado autonómico Josep Maria Sala merece el título de gran capitán como líder natural del aparato, el aparatchik por excelencia del socialismo catalán, que desde un segundo plano quita y pone primeros secretarios, como se comprobó en el reciente congreso del PSC con la sustitución de Raimon Obiols, por Narcís Serra.Es, pues, al hombre fuerte del aparato socialista a quien el Tribunal Supremo acusa nada menos que de 13 delitos en relación al caso Filesa: falsedad en documento mercantil, apropiación indebida, falsedad en documento privado, delito fiscal, contable, uso de información privilegiada, malversación de caudales públicos, fraude, exacción ilegal, tráfico de influencias, defraudatorio de contrato simulado, maquinación para alterar el precio de las cosas y asociacién ilícita.

Nacido en Barcelona el 17 de diciembre de 1945, este ingeniero especializado en informática era el secretario de Organización del PSC cuando, en julio de 1987, su correligionario Carles Ponsa le ofreció la compra de su empresa, Time Export, dedicada a la importación y exportación de productos, manufacturados. Sala y Carlos Navarro,- éste responsable en aquellas fechas de los dineros del partido, invirtieron, 200 pesetas cada uno en adquirir las acciones de la sociedad. A peseta la acción. Las vendieron, por el mismo precio, en noviembre de 1988, a Luis Oliveró (tío de la esposa de Navarro) y Alberto. Flores (hermano de la dirigente del PSOE Elena Flores).

En mayo de 1991 estalló el escándalo: Time Export y las empresas vinculadas Filesa y Malesa habían sido utilizadas presuntamente para financiar irregularmente al PSOE. Desde el primer día Sala ha mantenido impertérrito la misma versión exculpatoria: si él compró la empresa fue porque pensó en aprovechar el local que ocupaba en Barcelona, que era céntrico y de alquiler modesto, para instalar en él alguna dependencia del partido-pero abandonó la idea cuando el propietario amenazó con el deshaucio si había cambio de uso y la empresa dejó de interesarle. Mientras él fue accionista jamás pisó las oficinas ni conoció a sus empleados ni tenía constancia de que allí se hiciera ".nada raro".

Esta versión no convenció a casi nadie, y menos a los jueces instructores Marino Barbero y Enrique Bacigalupo, que la escucharon incrédulos. ¿Cómo podía comprar una empresa y no molestarse siquiera en darse una vuelta por la propiedad? Además, la credibilidad de su historia quedaba en entredicho por la existencia de una factura de Time Export a FOCSA por un estudio fantasma fechada en julio de 1988 cuando él y Navarro figuraban como accionistas. Pese a todo, Sala sostiene que si se le acusa es porque es el único aforado -es senador en representación del Parlamento de Cataluña- y así el Tribunal Supremo no pierde su competencia.

Sala es lo más cercano en Cataluña a lo que se conoce como diputado jabalí, es decir, combativo y agresivo, demagogo a menudo, rozando la ofensa al adversario a veces. Destacó como martillo implacable del gobierno de Jordi Pujol en asuntos sensibles, como la concesión de las loterías de la Generalitat o la política clientelar llevada a cabo desde el Departamento de Bienestar Social. Por ello, su implicación en el caso Filesa fue recibida con natural alborozo por Jordi Pujol y su gente.

El calvario político-judicial, que dura ya más de cinco años, ha oscurecido su proyección parlamentaria. Dejando al margen algunos. destellos temporales, el diputado Sala no ha vuelto a ser lo que era. Pero su poder en el interior del partido no ha disminuido un ápice. Los malpensados sospechan que se ha encastillado en el aparato para protegerse, mejor de las repercusiones del caso Filesa. El pasado lunes, al confirmarse la acusación judicial que pesa contra él,, presentó ante la dirección del PSC su dimisión de los cargos institucionales, pero le fue rechazada.

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Desde la secretaría de Organización, que ocupo entre 1981 y, 1994, Sala ha cultivado las relaciones con las agrupaciones: ha escuchado las quejas de las bases contra una dirección elitista que toma decisiones sin contar con ellas, ha expulsado alcaldes acusados de corruptelas, ha muñido listas electorales, ha bailado flamenco cuándo se lo ha pedido la abundante militancia de origen ,andaluz, ha participado, en procesiones en L'Hospitalet y ha amparado políticamente a los militantes de origen inmigrante que ven con recelo la política catalanizadora del Gobierno de Pujol y con disgusto la complicidad de la dirección catalanista del PSC. Siempre al pie del cañón a Sala sólo se le conoce una distracción al margen de la política la partida diaria de tenis.

Todo un contraste con un Raimon Obiols que encarna una concepción más intelectual de la política y que se mueve mal entre una militancia de base que se corresponde poco con su modelo de partido. Cuando el hasta hace poco primer secretario quiso reaccionar y, cortarle las alas a su teórico número dos, ya era tarde. Es regla de oro que sin la lealtad de su secretario de Organización, un primer secretario dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Así ha sido. -

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