Editorial:

Producir historia

FELIPE GONZÁLEZ, jefe de la delegación de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) que ha investigado las irregularidades electorales denunciadas por la oposición serbia en la República Federal de Yugoslavia, entregará hoy sus conclusiones y las recomendaciones sobre el problema al actual presidente de la organización, el ministro suizo de Asuntos Exteriores, Flavio Cotti. En este asunto hay una dificultad concreta -el verdadero resultado de las elecciones municipales del pasado 17 de noviembre- y una decisión que tomar: si Yugoslavia va a iniciar un proceso de transici...

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FELIPE GONZÁLEZ, jefe de la delegación de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) que ha investigado las irregularidades electorales denunciadas por la oposición serbia en la República Federal de Yugoslavia, entregará hoy sus conclusiones y las recomendaciones sobre el problema al actual presidente de la organización, el ministro suizo de Asuntos Exteriores, Flavio Cotti. En este asunto hay una dificultad concreta -el verdadero resultado de las elecciones municipales del pasado 17 de noviembre- y una decisión que tomar: si Yugoslavia va a iniciar un proceso de transición que homologue su régimen al del resto de las democracias occidentales.Alguien ha dicho -y todos los días se corrobora este aserto- que los Balcanes producen más historia de la que son capaces de digerir. Aplacados los conflictos hace un año con los acuerdos de Dayton, emergen ahora los problemas pendientes, entre ellos el de conseguir una Yugoslavia democrática y estable al mismo tiempo, condiciones ambas imprescindibles y paralelas para que este país se inserte de una vez en la comunidad internacional (lo que es imprescindible para la recuperación de una economía maltrecha por la guerra y el aislamiento), pero también para que esta misma comunidad pueda dejar de considerar a la zona balcánica como un foco permanente de conflagraciones como ha sucedido en el pasado.

Para iniciar la senda de la transición en esta Yugoslavia, que ya no es una dictadura en sentido estricto pero que tampoco es una democracia, ha de despejarse previamente la incógnita de qué pasó en los comicios municipales del 17 de noviembre, ya que la oposición considera que la victoria en los mismos les fue robada por los burócratas en el poder, al frente de los cuales se encuentra el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic. Esta oposición es muy diversa, ya que en ella se reúnen nacionalistas extremos, nacionalistas moderados, demócratas convencidos y conversos, pero cuyos partidos no son fuertes aún y en muy pocos casos están bien organizados.

Al parecer, la delegación de la OSCE llega a la conclusión de qué el procedimiento electoral no es democrático en sí mismo y que, si no se cambia, podría ocurrir que las elecciones se repitieran y se llegase al mismo problema una y otra vez. Reconocer el triunfo municipal a quien lo ha obtenido, corregir es e procedimiento, así como, por ejemplo, el desigual acceso de las diferentes formaciones políticas a los medios de comunicación, son medidas necesarias que hay que poner en práctica de manera previa a las reglas del juego para iniciar un cambio de sistema.

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Una vez reconocidos los resultados de las elecciones de noviembre -que darán cuotas importantes de poder municipal a la oposición, coligada bajo la bandera de Unidos- será urgente que se abra una vía de negociación con la oposición parlamentaria; la autocontención y el consenso entre ambas partes serán básicos para iniciar ese camino. No es buen síntoma para el mismo el endurecimiento de las posiciones de Milosevic en los últimos días respecto a las manifestaciones multitudinarias que la oposición protagoniza de forma pacífica en la calle desde hace más de un mes. En las últimas jornadas se ha multiplicado la represión policial y han aparecido contramanifestaciones cuyo mayor riesgo sería un enfrentamiento civil descontrolado que acabase con las esperanzas de un acuerdo futuro.

Si se resolviera con justicia el resultado de los comicios electorales y se abriese el diálogo entre el Gobierno de Milosevic y la oposición parlamentaria, la OSCE podría acompañar este proceso de transición y romper el boicoteo a un país que necesita normalizarse por la vía de los votos y no por la ley del más fuerte. Eso sería un avance al que habría aportado dosis de legitimación la delegación de la OSCE.

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