Tribuna:

Desembarco en Normandía

Estados Unidos de América está invadiendo Madrid por tierra, mar y aire con la arrolladora fuerza que el Tío Sam despliega cada vez que, con razón o sin ella, se le pone entreceja y ceja arrasar cualquier rincón remoto de la Madre Tierra en la presunción de que se trata de una causa justa La ofensiva es tan violenta que parece una segunda edición del desembarco de Normandía. Y si allí barrieron las poderosas defensas del III Reich, ¿cómo podría intentar sin oponérseles una ciudad tan poco chovinista y paga da de sí misma como Madrid? Y tan papanatas. Así pues, rendición sin condiciones al agre...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Estados Unidos de América está invadiendo Madrid por tierra, mar y aire con la arrolladora fuerza que el Tío Sam despliega cada vez que, con razón o sin ella, se le pone entreceja y ceja arrasar cualquier rincón remoto de la Madre Tierra en la presunción de que se trata de una causa justa La ofensiva es tan violenta que parece una segunda edición del desembarco de Normandía. Y si allí barrieron las poderosas defensas del III Reich, ¿cómo podría intentar sin oponérseles una ciudad tan poco chovinista y paga da de sí misma como Madrid? Y tan papanatas. Así pues, rendición sin condiciones al agresor. Bueno, según leo con gran regocijo -ya que denuncié en esta misma columna, los desmanes de la empresa en cuestión uno de sus batallones de intervención rápida, la Electronic Data Systems, flamante cobradora de multas municipales, ha sufrido cuantiosas bajas. Lo malo es que no se las hemos infligido nosotros, las víctimas propiciatorias, sino su propia estulticia. Y vaya ejemplo para los sancionados. ¿A quién se le ocurre engañar al excelentísimo y reverendísimo Ayuntamiento? Sé que eso es pecado, y además mortal. Por desgracia, éste es tan sólo un pequeño episodio en una batalla inexorable que, globalmente, USA ha ganado, sin ambages. En todos los demás frentes el ataque ha constituido un mero y agradable paseo militar para los triunfadores y, como siempre, una tragedia para los Vencidos, nosotros. Se nos coloniza, por ejemplo, en el ámbito alimentario, en el bebercio, en el comercio (sería blasfemo llamar a esto gastronomía). Comemos lentejas americanas, pipas americanas, bogavantes americanos. Bebemos (es una forma de hablar: yo me excluyo de este plural, of course) brebajes inteligentes elaborados con glicina, taurina, cisteína, arginina, histidina, eleuterococo, glucoronolactona ¡madre mía!, y si un día la cerveza fue infiltrándose en nuestras tabernas y reemplazando a nuestro honrado tinto peleón, lo mismo sucedió después con las colas. Y ya era bastante. horrendo contemplar a "madrileños de toda la vida regando con este tipo de líquido azucarado sus callos a la madrileña, sus zarajos o sus soldaditos de Pavia, pero ¡anda, que lubricarlos con glucoronolactona...! Por cierto que, más que la pujanza del invasor, a mí me anonada la mansedumbre del invadido. Y no me refiero a los adolescentes, que hacen bien- o que, al menos, es posible que no puedan o sepan hacer otra cosa.Seguro que sus. madres han sido liberadas de las cargas domésticas, incluida la cotidiana obligación de hacer una comidita rica, y no conocen, los pobriños, las glorias de nuestra cocina autóctona. No, lo que me espeluzna es contemplar cómo las parejas maduras, que sí comieron caliente en, su casa, van llenando esos gigantescos establecimientos yanquis cada vez más híbridos (comenzamos -a añorar el Burger casi tanto como las viejas tabernas desaparecidas), van comiéndoles v bebiéndoles sus cosas foráneas sin decir ni mu. Bueno, no todos estos locales son asépticos. Los hay más . graciosos, más para teenagers pero allí nos colonizan con símbolos y mitos norteamericanos, como las bragas de Madonna (o subbragas: no todas pueden ser autenticas), la guitarra de Eric Clapton, las botas de Michél Jackson o el coche de James Dean. También, en este contexto ignoran, nuestras raíces vernáculas: nadie airea los calzoncillos pulgueros a Juanito Valderrama.

La invasión no respeta nada ni a nadie. Se nos cuela la en casa con el correo, nos insiste, nos importuna, nos machaca. Desde las costas de Florida o de California nos ofrecen libros baratísimos y estupendos, lo reconozco, pero que nunca son el libro que yo me quería comprar. O nos sugieren invertir en metales, que por lo visto es buenísimo Y una publicación magnífica, pero que a mi no me dice -nada, ataca así: "Señor Merino, si va a desempeñar usted un papel crucial en su empresa -y así será, pues en caso contrario no le estaríamos enviando esta carta- debe preguntarse: '¿Cómo puedo permanecer informado, de las noticias de negocios más esenciales ... ?". ¡Que Santa Lucía les conserve la vista!

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En