Una vida se apaga, otra se enciende

Un joven árbitro de 18 años respira con los pulmones del ciclista José Antonio Espinosa

Una vida se ha apagado, otra se enciende. Los pulmones del ciclista del MX Onda José Antonio Espinosa, de 26 años, fallecido el domingo tras sufrir una caída en una carrera, fueron tras plantados el pasado lunes a Lope Lebrato, madrileño de 19 años. La operación ha sido un éxito. El joven receptor, estudiante y árbitro de fútbol sala, sufría una enfermedad terminal: fibrosis quística. Su esperanza de vida era cada día menor, según los médicos. Lope tendrá ahora unos pulmones de hierro, los órganos sanos y fuertes del corredor profesional. Los padres del muchacho, Lope y Conrada, ambos de 41 a...

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Una vida se ha apagado, otra se enciende. Los pulmones del ciclista del MX Onda José Antonio Espinosa, de 26 años, fallecido el domingo tras sufrir una caída en una carrera, fueron tras plantados el pasado lunes a Lope Lebrato, madrileño de 19 años. La operación ha sido un éxito. El joven receptor, estudiante y árbitro de fútbol sala, sufría una enfermedad terminal: fibrosis quística. Su esperanza de vida era cada día menor, según los médicos. Lope tendrá ahora unos pulmones de hierro, los órganos sanos y fuertes del corredor profesional. Los padres del muchacho, Lope y Conrada, ambos de 41 años, esperaban desde hace cinco meses un pulmón para el segundo de sus cuatro hijos. Lope nació con un problema de bronquios. Crecía pero sus pulmones no respondían. Le diagnosticaron la grave enfermedad a los ocho años y cada día necesitaba aerosoles y mascarillas para respirar. El pasado mes de abril su estado se complicó. De repente comenzó a asfixiarse. Ingresó en el servicio de urgencias del hospital La Paz aquejado de insuficiencia respiratoria. La fibrosis le impedía expulsar las flemas. Los médicos le reanimaron pero anunciaron a la familia que su vida se agotaba. A partir de entonces, cada noche, Lope debía respirar oxígeno para sobrevivir. "En septiembre ya no le funcionaba un pulmón", dice su padre, agente comercial. "El otro sólo trabajaba un 10%, y nos dijeron que el trasplante era urgente". La agonía de esta humilde familia del barrio de Vicálvaro de Madrid acabó el lunes. A la una y media de la madrugada el teléfono les sobre saltó. Llamaba la Coordinadora Nacional de Trasplantes y debían presentarse, en una hora, en la clínica Puerta de Hierro. En el camino hacia el hospital el padre intuyó quién era el donante: "Ese día escuché la radio y me enteré de la muerte de un ciclista. Entonces pensé que a lo mejor los pulmones de Espinosa podían acabar salvando la vida de mi hijo, que ese mismo día me dijo, aterrado, que el accidente había sido terrible". Al llegar al centro sanitario el padre preguntó a los médicos si los pulmones eran del corredor fallecido. Sin embargo, los doctores, como se suele hacer en cualquier trasplante, guardaron silencio.El chico de 18 años entró en el quirófano a las tres de la madrugada. Conrada, la madre, no olvidará nunca ese momento: "El niño estaba feliz. Aparentemente no tenía miedo, pero nosotros estábamos a punto de estallar". La intervención quirúrgica acabó siete horas después. Primero le trasplantaron el pulmón derecho. Su organismo no lo rechazó y entonces le colocaron el izquierdo.Después de la feliz operación el padre se enteró, a través de la prensa, de que los órganos eran del corredor muerto. Desde entonces, de los labios de la familia Lebrato sólo salen palabras de agradecimiento hacia la familia del ciclista. "Al menos espero que sus padres sepan que aquí tienen otro hijo que va a ser deportista. Cuando pase un tiempo me gustaría saludarles y compartir con ellos su dolor y, de alguna forma, también aliviárselo", reflexiona el padre.Lope estudia tercero de formación profesional, ama el fútbol, es hincha del Atlético de Madrid y los fines de semana se encarga de cronometrar partidos de fútbol sala. El joven se despertó -ayer en la unidad de vigilancia intensiva del hospital y lo primero que pidió fue un chándal del Atlético. Los amigos del barrio están dispuestos a hacer una colecta para darle una sorpresa cuando salga del hospital dentro de un mes. Mientras le esperan, bromean diciendo: "Cuando vuelva a jugar con nosotros, va a correr más que nadie con esos pulmones".

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