Pipas, caramelos y atracos

Una vendedora del Retiro denuncia que una banda la ha asaltado cuatro veces

A Carmen Mesa Gordón de 50 años, no la moverán del Retiro ni las puñaladas. La mujer, cuyo único bien es el puesto de chucherías que desde hace 23 años posee junto al estanque, asegura que ha sido atracada cuatro veces en los últimos tres meses. Los asaltos han sido siempre en fin de semana, siempre cuando acababa de cerrar el tenderete y siempre a manos de la misma banda. Se trata de dos hombres y una mujer, que durante los robos encontraron un especial placer en apalearla y acuchillarla. Así ocurrió el pasado domingo, cuando, tras quitarle 23.000 pesetas, le rajaron la mejilla izquierda con ...

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A Carmen Mesa Gordón de 50 años, no la moverán del Retiro ni las puñaladas. La mujer, cuyo único bien es el puesto de chucherías que desde hace 23 años posee junto al estanque, asegura que ha sido atracada cuatro veces en los últimos tres meses. Los asaltos han sido siempre en fin de semana, siempre cuando acababa de cerrar el tenderete y siempre a manos de la misma banda. Se trata de dos hombres y una mujer, que durante los robos encontraron un especial placer en apalearla y acuchillarla. Así ocurrió el pasado domingo, cuando, tras quitarle 23.000 pesetas, le rajaron la mejilla izquierda con una jeringuilla. "Y lo peor es que me han tenido que vacunar de hepatitis B y el viernes me tienen que hacer las pruebas del sida. La juez me ha dicho que no vuelva, pero yo no puedo moverme de aquí, vivo de esto y tengo a mi cargo a mis padres, que son ancianos", afirma esta mujer, cuya historia explica la firmeza de su postura. Nacida en Medina de las Torres (Badajoz), llegó a Madrid a los nueve años En la capital respiró la miseria de los años cincuenta y se enfrentó a ella trabajando. Empresas de artes gráficas, fábricas de bollería y casas de lavado la vieron pasar hasta que a los 19 años se casó. Un breve respiro que acabó en 1972, cuando su marido murió de leucemia. Esta muerte dejó a Carmen Mesa viuda, con dos hijos pequeños y afectada por una artritis reumatoide que aún le hace andar con muleta. Su lucha se centró entonces en conseguir un puesto en el Retiro. Su invalidez la ayudó, y en junio de 1973 desplegó por primera vez su mesa junto al estanque, justo enfrente de la estatua de Alfonso XII. Un lugar desde el que, con la venta de pipas, quicos y golosinas, dio la espalda a los malos tiempos y alivió las estrechez de su pensión de viudedad. "Desde entonces, nunca he dejado de venir", afirma Carmen, orgullosa de una constancia que le ha salido cara. El primer atraco la sorprendió el 9 julio. Le pusieron una navaja al cuello y le robaron la recaudación del día, así como varios anillos de oro y una cadena. La mujer presentó denuncia y reconoció fotográficamente a sus ladrones. Eso la tranquilizó. "Fíjese", cuenta Carmen, "mi hijo es toxicómano y un día robó un supermercado con un cuchillo. Pues bien, tres días después de que le identificasen, fue detenido y ahora está en la cárcel. Yo creía que a éstos les pasaría lo mismo. Pero no. Aquí la policía sólo viene a impedir la venta ambulante". Carmen Mesa fue nuevamente atracada a las nueve de la noche del 14 de septiembre. Esta vez en el momento en que se dirigía a su coche. En el recuerdo de Carmen , junto al brillo de una navaja, se mueven patadas, puñetazos y amenazas del tipo: "¡Te vamos a matar, hija de puta!". El siguiente asalto la sorprendió el 29 de septiembre. "¿Qué pasa? ¿Tienes siete vidas? Pues te las vamos a quitar", asegura Carmen que le gritaron. "Yo no me resisto, porque como he tenido un hijo toxicómano sé lo peligrosos que pueden llegar a ser, pero ellos me pegan igual", añade la mujer, cuya mejilla aún muestra la huella del último atraco, ocurrido el domingo a las cuatro de la tarde. "Empezó a llover y cerré el puesto. Me había guardado el dinero entre la braga y el pantalón, pero ellos lo descubrieron, tan seguros estaban...". La mujer habla desde su puesto del Retiro. La gente pasa a su lado y, algunos, los que la conocen, le preguntan qué le ha ocurrido en la cara. Ella les responde pacientemente. Luego, cuando se van, mira de frente y pide una sola cosa: que detengan a los atracadores. "Pero que lo hagan antes de que me maten", añade.

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