Renuncia a su cargo el obispo escocés que supuestamente se ha fugado con una feligresa

Desde un lugar secreto y reclamando el perdón de todos, Roderick Wright, de 55 años, obispo de la diócesis de Argyll y las Islas, en Escocia (Reino Unido), pidió ayer al Papa que le releve de un cargo que no se siente capaz de asumir "ni física ni espiritualmente". La noticia, un caso más de pérdida de fe, no habría llegado a los titulares de la prensa británica de no ser porque el de Roderick Wright no es un caso común. El obispo había desaparecido sin dejar rastro el pasado lunes, al mismo tiempo que una de sus más devotas feligresas, la atractiva Kathleen MacPhee, una mujer divorciada de 40...

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Desde un lugar secreto y reclamando el perdón de todos, Roderick Wright, de 55 años, obispo de la diócesis de Argyll y las Islas, en Escocia (Reino Unido), pidió ayer al Papa que le releve de un cargo que no se siente capaz de asumir "ni física ni espiritualmente". La noticia, un caso más de pérdida de fe, no habría llegado a los titulares de la prensa británica de no ser porque el de Roderick Wright no es un caso común. El obispo había desaparecido sin dejar rastro el pasado lunes, al mismo tiempo que una de sus más devotas feligresas, la atractiva Kathleen MacPhee, una mujer divorciada de 40 años, madre de tres hijos.Mientras la alta jerarquía católica escocesa se entregaba a una piadosa búsqueda del obispo de Argyll, al parecer inmerso en una grave crisis de identidad tras la reciente muerte de su hermana menor, el prelado se despojaba de sus hábitos con la vista puesta en una nueva -aunque atormentada a juzgar por la carta enviada al Sumo Pontífice- vida.

En un comunicado emitido ayer, la Iglesia católica escocesa reconocía que Roderick Wright se había entrevistado el domingo con el cardenal Thomas Winning, máxima autoridad de los católicos escoceses y con el arzobispo de Edimburgo, Keith O'Brien, a quienes puso al corriente de su decisión. En dicho encuentro, al parecer, Wright les transmitió su pesar por el daño causado a la familia de Kathleen MacPhee.

En Oban, capital de la diócesis de Argyll, y en Fort William, la localidad donde vivía la enfermera divorciada, las simultáneas ausencias no causaron especial sorpresa habida cuenta de la estrecha amistad que les unía. Wright, obispo de Argyll desde 1991, había sido de gran ayuda espiritual para MacPhee durante su divorcio.

El incidente constituye un serio revés para la Iglesia Católica, sometida a estrecha vigilancia en el Reino Unido, donde el voto de castidad de los sacerdotes católicos es considerado un absoluto anacronismo y, en última instancia, un voto de imposible cumplimiento. Una de sus más ardientes defensoras, la madre de la princesa de Gales, Frances Shand Kydd, recientemente convertida al catolicismo, ofreció ayer su comprensión y su apoyo a Wright.

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