Francia sube los impuestos locales en una cuantía similar a la bajada del IRPF

El Gobierno francés parece practicar una versión peculiar del consejo evangélico por el que tu mano derecha no debe enterarse de lo que hace la izquierda. Hace una semana el primer ministro, Alain Juppé anunciaba una disminución de la presión fiscal que se concretaba en la renuncia a 25.000 millones de francos (625.000 de pesetas) en concepto de impuesto sobre la renta (IRPF). Ahora el contribuyente descubre que la fiscalidad local, correspondiente a 1996, ha aumentado un 7,4% o, lo que es lo mismo, en unos 22.000 millones de francos.Para Juppé lo peor es que transmite esa sensación de que lo ...

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El Gobierno francés parece practicar una versión peculiar del consejo evangélico por el que tu mano derecha no debe enterarse de lo que hace la izquierda. Hace una semana el primer ministro, Alain Juppé anunciaba una disminución de la presión fiscal que se concretaba en la renuncia a 25.000 millones de francos (625.000 de pesetas) en concepto de impuesto sobre la renta (IRPF). Ahora el contribuyente descubre que la fiscalidad local, correspondiente a 1996, ha aumentado un 7,4% o, lo que es lo mismo, en unos 22.000 millones de francos.Para Juppé lo peor es que transmite esa sensación de que lo que da con una mano lo recupera con la otra. Es una sensación parcialmente injusta pues ayuntamientos, departamentos y regiones tienen plena autonomía en las áreas de gestión que les corresponden. Los impuestos locales son, en su esencia, cuatro tasas heredadas de la Revolución francesa: bienes raíces edificados, solares, profesional y de residencia. Las dos primeras afectan sólo a los propietarios, la tercera a industrias y profesiones liberales y la cuarta a todo el mundo. En total representan el 16,5% de las retenciones obligatorias.

Pero la injusticia es sólo parcial porque el Estado ha transferido muchas competencias a las comunidades locales y no siempre éstas han visto que la función fuese acompañada de los medios necesarios para desempeñarla. Por ejemplo, hoy los ayuntamientos se ocupan de financiar los llamados "empleos de inserción", es decir, servicios mal pagados que se ponen en marcha para paliar el paro y la fractura social.

Las cantidades de que disponen los municipios no han crecido, ni mucho menos, al ritmo del desempleo. Las regiones, que se responsabilizan de la "ayuda social", se topan con idéntico problema. En definitiva, a veces el Estado ha transferido servicios ruinosos sin dotación.

La impopularidad de Alain Juppé, explotada por los propios miembros de la mayoría en el poder, ha hecho que la simpatía que debiera haber despertado una medida como la bajada de impuestos se haya evaporado enseguida. Para el antiguo ministro Charles Pasqua "el camino escogido no es el bueno" y dice que eso lo sabe todo el mundo "aunque se le aumente la dosis de ron al pasaje". El anterior ministro de finanzas, el liberal Alain Madelin, cree que "nos dejamos aprisionar por viejas fórmulas" y le reprocha a Juppé "no haberle dado al país el electroshock fiscal que lo haría marchar mejor". En el diario conservador Le Figaro titulan "Impuestos locales: el aumento oculto". Y lo que es peor, en 1997 aún volverán a subir.

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