Cartas al director

Inolvidable

El pasado sábado 29 de junio fui al Zoológico de Madrid en compañía de unos amigos y, como imagino que le ocurrirá a mucha gente sensible, lo que prometía ser un día agradable se transformó en una jornada para intentar olvidar: quien pueda; yo, no.Antes de nada debo decir que no me considero una ecologista radical, sino una persona que cree que la dignidad y raciocinio humano -de los que tanto presumimos- se tienen que demostrar, entre otras formas, a través del respeto a la naturaleza y a los animales. No siempre es así. Ahí están los incendios provocados, las corridas de toros, los transport...

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El pasado sábado 29 de junio fui al Zoológico de Madrid en compañía de unos amigos y, como imagino que le ocurrirá a mucha gente sensible, lo que prometía ser un día agradable se transformó en una jornada para intentar olvidar: quien pueda; yo, no.Antes de nada debo decir que no me considero una ecologista radical, sino una persona que cree que la dignidad y raciocinio humano -de los que tanto presumimos- se tienen que demostrar, entre otras formas, a través del respeto a la naturaleza y a los animales. No siempre es así. Ahí están los incendios provocados, las corridas de toros, los transportes de los animales en vejatorías condiciones y mil ejemplos que degradan hasta lo más bajo a cualquier persona que disfrute con ello.

En principio, no soy partidaria del encarcelamiento de los animales libres en jaulas, pero me considero una persona sensata que puede entender los planteamientos didácticos de dicha medida.

Sí, es cierto que muchas personas sólo pueden conocer a los animales a través de estos zoológicos y que la información y el conocimiento de los mismos se fomenta gracias al acercamiento. Estoy de acuerdo. Pero el otro día, en mi visita al Parque Zoológico de Madrid -uno de los más importantes de Europa-, observé ciertas irregularidades que desearía que me fueran explicadas: las panteras y los guepardos estaban encerrados enjaulas de 15 metros cuadrados donde apenas podían moverse, mientras que otros gozaban de amplios espacios. Otro ejemplo son las focas, que durante toda su vida deben dar vueltas y más vueltas en una pequeña piscina. Especialmente impresionante fue observar a un oso de África -no recuerdo el nombre-, que estaba solo en una superficie de cemento y que desde primera hora de la mañana hasta el final de la tarde se dedicó a andar dos pasos, dar una vuelta sobre sí mismo y repetir esta operación ininterrumpidamente. Cualquiera que observara la escena acabaría convencido de que se estaba volviendo completamente loco.

¿Y los gorilas? Yo le recomiendo a cualquier persona masoquista o que disfrute viendo el dolor ajeno que vaya a ver a los gorilas a su minúscula morada forzada. Que miren sus ojos: revelan un dolor impresionante. Ninguna persona mínimamente sensible puede observar la escena y quedarse impasible.

Mi pregunta, ante todo esto y mil ejemplos más, es: ¿por qué ciertos animales están encerrados en jaulas minúsculas y otros están en recintos con más posibilidad de movimiento? ¿Por qué habiendo, como hay, múltiples zonas verdes desaprovechadas junto a las jaulas no amplían las mismas a fin de que los animales gocen de mayor espacio libre?-

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