Cartas al director

Las manos de Valverde

Lo que más recuerdo de él: su presencia y su voz. Sus largas manos, representando las palabras con sus alargados dedos dirigiendo su melodía. Su voz intensa, penetrante, solemne, grave, trágica y vital, como si llevara un micro incorpo- Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior rado para que nadie se perdiera ni una sola sílaba de su decir. Su detenerse en los pequeños detalles de las cosas, desmenuzándolos, deteniéndolos en el tiempo, convirtiéndolos por un momento en eternidad.La expresión de su cara, llena de sabiduría, mostrando en ella el pasar de los hom...

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Lo que más recuerdo de él: su presencia y su voz. Sus largas manos, representando las palabras con sus alargados dedos dirigiendo su melodía. Su voz intensa, penetrante, solemne, grave, trágica y vital, como si llevara un micro incorpo- Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior rado para que nadie se perdiera ni una sola sílaba de su decir. Su detenerse en los pequeños detalles de las cosas, desmenuzándolos, deteniéndolos en el tiempo, convirtiéndolos por un momento en eternidad.La expresión de su cara, llena de sabiduría, mostrando en ella el pasar de los hombres, la historia como acontecer. Su hablar sencillo; su escuchar atento y profundo, ayudado por sus gestos que iban descubriendo el paso del tiempo en su débil oído. Su mirada serena, su estatura elevada, sus pasos cansados y ya algo torpes por la edad, pero firmes y seguros por su historia. Y bueno, ya llegó el momento de la siempre injusta e inoportuna despedida: buen viaje, profesor.-

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