El mundo al revés en la costanilla de San Andrés
Los perros cagan donde quieren y los vecinos hacen a veces tertulia en el evacuatorio de chuchos, que a fuerza de ser ignorado por éstos, se encuentra limpísimo. "Yo no sé a qué figura se le ocurrió instalar un cagadero de perros sin arena, cuando todo el mundo sabe lo que les gusta la tierra a estos animales", explica un residente. Resultado visible: los alrededores del aliviadero canino -por donde pasan los peatones- se encuentran llenos de cagarrutas, y el reservado, tan impoluto que lo usan las personas sin ningún remordimiento. Es una de las historias absurdas (y entrañables) que parece c...
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Los perros cagan donde quieren y los vecinos hacen a veces tertulia en el evacuatorio de chuchos, que a fuerza de ser ignorado por éstos, se encuentra limpísimo. "Yo no sé a qué figura se le ocurrió instalar un cagadero de perros sin arena, cuando todo el mundo sabe lo que les gusta la tierra a estos animales", explica un residente. Resultado visible: los alrededores del aliviadero canino -por donde pasan los peatones- se encuentran llenos de cagarrutas, y el reservado, tan impoluto que lo usan las personas sin ningún remordimiento. Es una de las historias absurdas (y entrañables) que parece coleccionar la hermosa y vieja plaza de la Paja y su calle hermana, la costanilla de San Andrés.Pero hay más: un jardín municipal, el del palacio de Anglona, no se abre por miedo a que lo destroce el público. Es tanto el silencio del recinto que, amparado en el anonimato y en la falta de guardianes, un grupo de okupas se ha alojado en una esquina del parquecito. Entran por una puertecilla confeccionada a base de cartones y allí duermen.
La fuente redonda y odiada por tantos arquitectos tardó tanto en llenarse que los naturales del lugar se sentaron durante un verano entero en el borde de la taza a tomar el fresco, con los pies apoyados en el cemento. Ahora, llena de agua, se ha convertido en un estercolero submarino y nadie se sienta por ahí.
Y el Ayuntamiento coloca tantos maceteros gigantes a fin de que no se metan los coches en las calles reservadas para peatones -verdadero problema en el barrio-, que al final parece que las que aparcan en doble fila son las mismas plantas.