Tribuna:COMER, BEBER, VIVIR - FELICIANO FIDALGO

Respeto al Príncipe y bufé de hotel

Fue ayer al albor de la madrugada. Pasaban minutos de las 24 horas del labrador y festivo San Isidro madrileño cuando el príncipe Felipe llegó con sus amigos al restaurante Casa Lucio, donde 31 personas, contadas con rigor, a hora tan matutina, esperaban plaza y los míticos huevos estrellados con patatas para echar a andar el fastidioso día 16. Don Felipe esperó paciente, saludó a espontáneos, y Lucio susurró a un cliente: "Ya le había cortado yo, personalmente, el jamón". Y no pasó gran tiempo y el Príncipe subió al trono de los murmullos y admiraciones de los comensales; y bromeó con Lucio: ...

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Fue ayer al albor de la madrugada. Pasaban minutos de las 24 horas del labrador y festivo San Isidro madrileño cuando el príncipe Felipe llegó con sus amigos al restaurante Casa Lucio, donde 31 personas, contadas con rigor, a hora tan matutina, esperaban plaza y los míticos huevos estrellados con patatas para echar a andar el fastidioso día 16. Don Felipe esperó paciente, saludó a espontáneos, y Lucio susurró a un cliente: "Ya le había cortado yo, personalmente, el jamón". Y no pasó gran tiempo y el Príncipe subió al trono de los murmullos y admiraciones de los comensales; y bromeó con Lucio: "Si no nos sientas, no volvemos". Y Lucio, afanoso, reveló a un presente: "Hace 25 años que su padre, el Rey, es mi cliente regular, lo que me ha supuesto para subir...".Y tras la anécdota isidresca y real, vamos a comer a los bufés de los hoteles. Con los hoteles hay una reticencia muy hispánica. Pocos los echan en cuenta para tomar una copa, para estar, para charlar. Y menos para comer. ¡Qué pecado! ¡Y cómo se come! Y tampoco hay que fruncir el ceño ante la factura. El otro día, en el bufé del Princesa Sofía de Barcelona, fue un regalo: desde las gambas frescas hasta el helado, 35 platos diferentes, 25 postres, 7 quesos. Y una calidad de alto vuelo. Y, comiendo, se mira a la piscina y a su entorno, más verde que un poema de Lorca. Un salto de puente aéreo y se almuerza en el bufé del hotel Palace a lo loco: 76 platos a partir de 9 ensaladas diferentes, ensaladilla rusa, sopas calientes, frías, 19 platos fríos, 14 platos calientes y selección de frutas hasta decir amén con un helado de arroz con leche. El todo: 4.500 pesetas.

Lo excitante y emocionante de estos escenarios de alta cultura es que se ve con los ojos, dan ganas de meter la mano, y luego uno se sirve y listo. Así, en el USA Princesa de Madrid, por 2.700 pesetas, se convierte el cliente en rey señor de cuatro sopas calientes, paella, 12 platos fríos, asados distintos cada día, siete quesos españoles y franceses mayormente..., y hasta llegar al helado sería locura buscar tiempo para un respiro. No hay que abandonar Madrid, un respeto: el hotel Holiday Inn es motivo principal. Por esa bagatela (¡si para alguien es ofensa, que hable!) que son 3.200 pesetas, tómese nota: dos sopas calientes o guisos cada día, boquerones, mejillones, carnes, pescados, fríos y calientes, etcétera; señoras y señores, hasta 36 condimentos. ¿Quiere alguien postinear en Zaragoza? Pues al hotel Boston de cabeza. Aquí se ofrece bufé por 6.550 pesetas según la temporada que lo aconseje. Y cada día, un menú de degustación que es un arco iris de la desgustación total, por 3.750 pesetas.

Y una excepción de honor. En Madrid ya es tradición, los domingos, visitar el bufé del bar Hispano; es el más antiguo, es la solera del bufé dominguero, donde se regala, por 3.900 pesetas, una sinfonía del conocimiento, del saber hacer, de la cultura hecha carne y poco hueso, y de 36 bocados / retrato de exquisitez que, además, se los cambian por otros tantos si su gusto sufre. Ana Portilla, que es la diosecilla, está presente cada domingo de gloria bufetesca.

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