Editorial:

Desastre Lafontaine

LAS ELECCIONES celebradas el pasado domingo en tres Estados de la República Federal de Alemania han supuesto un triunfo. sin paliativos para la coalición que lidera Helmut Kohl. Al mismo tiempo han sido un desastre para los socialdemócratas y su recién estrenado presidente, Oskar Lafontaine. En el ecuador de la legislatura federal, los resultados de estos tres länder, en los que votó el 20% del electorado alemán, son un buen indicio de la actitud de la población. Y ésta ha reforzado al Gobierno federal del canciller Kohl y denegado toda credibilidad a la línea implantada por Lafontaine ...

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LAS ELECCIONES celebradas el pasado domingo en tres Estados de la República Federal de Alemania han supuesto un triunfo. sin paliativos para la coalición que lidera Helmut Kohl. Al mismo tiempo han sido un desastre para los socialdemócratas y su recién estrenado presidente, Oskar Lafontaine. En el ecuador de la legislatura federal, los resultados de estos tres länder, en los que votó el 20% del electorado alemán, son un buen indicio de la actitud de la población. Y ésta ha reforzado al Gobierno federal del canciller Kohl y denegado toda credibilidad a la línea implantada por Lafontaine en el SPD desde el último congreso socialdemócrata de Mannheini.Los últimos datos de la economía alemana, especialmente el alarmante crecimiento del paro, habían hecho creer a muchos que los comicios en Schleswig-Holstein, Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado podrían convertirse en una condena a la política del Gobierno de Bonn. No sólo no ha sido así, sino que han reafirmado a la actual coalición gracias al éxito del pequeño socio liberal en los tres Estados, al superar en todos ellos el listón del 5% necesario para entrar en los respectivos parlamentos.

Pero, además de la buena nueva para Kohl y para el ministro de Asuntos Exteriores, Kinkel, líder del FDP, las elecciones del domingo son un duro revés para Oskar Lafontaine, que llegó hace unos meses a la presidencia del partido gracias a un golpe de mano contra su antecesor, Scharping. Desde entonces, Lafontaine ha intentado impulsar al SPD hacia una vía de populismo izquierdista que el domingo concluyó en descalabro. La centenaria socialdemocracia alemana se halla en una grave crisis, y 14 años después de perder el Gobierno federal parece más lejana que nunca de recuperarlo.

La política de Lafontaine de utilizar caballos electorales tan ajenos a la tradición socialdemócrata como una campaña contra la inmigración de ciudadanos de Rusia de origen alemán sólo ha logrado reforzar al ultraderechista Partido Republicano, que ha cosechado un 9% de los votos en Baden-Wurtemberg. Los electores tentados por argumentos xenófobos se decantan finalmente por el partido más xenófobo de todos. Lafontaine debía haber sido consciente de ello antes de entrar por esta senda tan peligrosa.

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Su desastre electoral volverá a plantear la cuestión del liderazgo en el SPD, sumido en el más profundo desconcierto desde la retirada de Willy Brandt y Helmut Schmidt. Y el canciller Kohl, con el mejor resultado de los posibles pese a la crisis económica, puede de nuevo sentirse seguro y rechazar todos los intentos de conducirle hacia una gran coalición de los dos partidos mayoritarios, CDU y SPD.

Pero la mayor lección de estas elecciones reside sin duda en que la travesía del desierto de los socialdemócratas alemanes aún está lejos de concluir. Y que Lafontaine, con su retórica izquierdista y no poco demagógica, no será con certeza el Moisés que la lleve a la tierra prometida del poder.

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