El decisivo apoyo de los caciques en Nueva York

La historia electoral norteamericana demuestra que los candidatos que tratan de desarrollar su carrera fuera o en contra de la estructura de los partidos raramente pasan del segundo o tercer asalto. El Estado de Nueva York es el mejor ejemplo de ese fenómeno. Los dirigentes políticos de este Estado actúan como verdaderos caciques a la hora de repartir favores en un proceso electoral, y han creado una maquinaria que habitualmente es descrita como una mafia por los medios de comunicación.Las leyes de Nueva York obligan a cada candidato a tener un importante número de firmas para conseguir su ins...

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La historia electoral norteamericana demuestra que los candidatos que tratan de desarrollar su carrera fuera o en contra de la estructura de los partidos raramente pasan del segundo o tercer asalto. El Estado de Nueva York es el mejor ejemplo de ese fenómeno. Los dirigentes políticos de este Estado actúan como verdaderos caciques a la hora de repartir favores en un proceso electoral, y han creado una maquinaria que habitualmente es descrita como una mafia por los medios de comunicación.Las leyes de Nueva York obligan a cada candidato a tener un importante número de firmas para conseguir su inscripción en los 31 distritos en los que se divide el Estado. Para conseguir eso, el aspirante tendría que poner en marcha, con meses de antelación, una estructura propia de recolección de adeptos, o bien contar con la maquinaria del partido. Lo primero requiere tiempo y dinero, que casi ningún candidato tiene en la fase inicial de la campaña. En la práctica, por tanto, son los dirigentes del partido los que inscriben al candidato o candidatos que desean. En el Partido Republicano es un trío formado por el senador Alfonse D'Amato, el gobernador, George Pataki, y el presidente del partido en el Estado, William Powers, el que se ha encargado de que el nombre, de Bob Dole figure en todas las, papeletas para las elecciones de hoy.

Para estar seguro de que eso sucediese, Dole tuvo antes ciertas "atenciones" con los dirigentes neoyorquinos. En 1994, el comité político puesto en pie por el senador para organizar su candidatura presidencial donó 20.000 dólares (2,5 millones de pesetas) para la campaña de George Pataki al cargo de gobernador. En 1995, ese mismo comité entregó otros 50.000 dólares para el partido en Nueva York.

Cuando Steve Forbes y Pat Buchanan quisieron reaccionar, sus nombres estaban ya excluidos de la candidatura republicana. Forbes gastó fuertes sumas en sucesivos procesos judiciales en cada una de las circunscripciones neoyorquinas para demostrar la inconstitucionalidad de la, actuación de los dirigentes republicanos. Ganó la mayoría de esas causas y consiguió inscribir su nombre. Pat Buchanan, con mucho menos dinero e influencias que Forbes, no tuvo tanta suerte, y quedó fuera de la mayoría de las listas por las que hoy se votará para conseguir 102 delegados.

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