RELEVO EN EL SPD

Un izquierdista convertido en tecnócrata del poder

Con Oskar Lafontaine, 52 años, alcanza la presidencia del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) un político imprevisible, inteligente y gran retórico, a quien su enorme capacidad demagogica le convierte en una persona capaz de vender cualquier tipo de política. A lo largo de su carrera evolucionó desde posiciones izquierdistas hacia las de un tecnócrata del poder. En política, europea se inclina hacia posiciones nacionalistas, en el sentido más neutral del término, y en sus declaraciones hace un año se manifestó de acuerdo con la esencia de que a un núcleo duro franco-alemán...

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Con Oskar Lafontaine, 52 años, alcanza la presidencia del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) un político imprevisible, inteligente y gran retórico, a quien su enorme capacidad demagogica le convierte en una persona capaz de vender cualquier tipo de política. A lo largo de su carrera evolucionó desde posiciones izquierdistas hacia las de un tecnócrata del poder. En política, europea se inclina hacia posiciones nacionalistas, en el sentido más neutral del término, y en sus declaraciones hace un año se manifestó de acuerdo con la esencia de que a un núcleo duro franco-alemán le corresponde llevar la voz cantante en Europa.Procede de una familia trabajadora del Sarre, impregnada de un fuerte catolicismo. Nació en Saarlouis, el 26 de septiembre de 1943, y no conoció a su padre, que murió al final de la II Guerra Mundial. Alumno de los jesuitas, Lafontaine pudo estudiar una carrera universitaria -física-, gracias a una beca financiada por los obispos alemanes.

Casado tres veces, Lafontaine no llegó a ejercer la carrera de físico, porque se entregó en cuerpo y alma a la política. Empezó en el campo municipal como teniente de alcalde y luego alcalde de la capital de su Estado natal, Saarbrücken, cargo que desempeñó entre 1976 y 1985, cuando consiguió la hazaña de romper el dominio tradicional de la democracia cristiana (CDU) en el Sarre. Desde ese año gobierna en la región con mayoría absoluta.

En los tiempos de gobierno de la coalición socioliberal (SPD-FDP) en Bonn, a principios de los ochenta, Lafontaine se convirtió en un auténtico tábano para el canciller socialdemócrata Helmut Schmidt por su oposición al rearme con euromisiles de la OTAN y su rechazo a la energía atómica. En estos temas se convirtió en portaestandarte de las posiciones más izquierdistas y anti OTAN del SPD.

Lafontaine ocupa una de las vicepresidencias en el SPD desde 1987 y se le consideró como el prototipo de político de la nueva generación, llamada los nietos de Brandt, que ahora se encuentra entrada en años y un tanto fondona.

Este alemán bajito se convierte en un orador temible, que enrojece y se excita, capaz de enardecer al auditorio más frío. Por su baja estatura y su ambición de poder, le pusieron el mote de el Napoleón de Sarre.

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No vacilé en su día en desafiar tabúes sagrados de los sindicatos alemanes, al proponer la reducción del tiempo de trabajo con menos salario. La horma de su zapato la encontró al competir por la cancillería alemana en las elecciones federales de 1990 contra el democristiano Helmut Kohl, que machacó a su contrincante. Con Lafontaine como candidato a canciller el SPD consiguió sólo un 33,5% de votos, el peor resultado desde 1957.

El electorado no quiso prestar atención a sus advertencias pesimistas sobre los costos de la unidad alemana y prefirió creer a Kohl, quien prometía paisajes florecientes por doquier.

En esas elecciones, Lafontaine estuvo a punto de perder la vida, el 25 de abril de 1990, en un atentado, cuando una mujer perturbada le apuñaló durante un mitin cerca de Colonia. No se libra Lafontaine de que en torno a su persona se extienda un cierto tufo de corrupción. En dos ocasiones, el semanario alemán Der Spiegel sacó a relucir escándalos en los que estaba involucrado el nuevo presidente de los socialdemócratas alemanes. Se lo acusó de haber cobrado de forma indebida una jubilación como alcalde de Saarbrücken y al mismo tiempo sus suculentos sueldos como presidente de Gobierno del Sarre.

Todo ello gracias a una disposición legal, elaborada por el Gabinete que él mismo presidía. El Tribunal de Cuentas del Sarre sentenció que Lafontaine había cobrado de forma indebida la jubilación y tuvo que devolver 228.772 marcos (19,7 millones de pesetas al cambio actual).

En otra ocasión salieron a relucir sus relaciones con ambientes de la prostitución en el Sarre y se le acusó de haber favorecido a un oscuro personaje propietario de locales de ese rubro. La Audiencia Territorial del Sarre sentenció que Lafontaine no había conseguido eliminar por completo la sospecha de haber favorecido en los impuestos a un local de dudosa fama durante él ejercicio de la alcaldía de Saarbrücken.

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