CICLISMO

La conquista del arco iris

Colombia descubre la 'indurainitis' con la llegada del campeón español

La mayor ilusión del pueblo colombiano es que Miguel Induráin gane el Mundial contrarreloj del miércoles, el Mundial de fondo en carretera el domingo y que después bata, el récord de la hora en el velódromo de Bogotá. Y no es una impresión sacada a la ligera. Al ciclista navarro le han bastado 24 horas de estancia en Colombia para que una fiebre llamada indurainitis afecte a la población, por lo menos a la de la zona de influencia de Bogotá y a la de la región de Boyacá, donde se correrá el Mundial. Hartos de que Colombia sólo genere noticias malas en el extranjero, los colombianos ven en la c...

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La mayor ilusión del pueblo colombiano es que Miguel Induráin gane el Mundial contrarreloj del miércoles, el Mundial de fondo en carretera el domingo y que después bata, el récord de la hora en el velódromo de Bogotá. Y no es una impresión sacada a la ligera. Al ciclista navarro le han bastado 24 horas de estancia en Colombia para que una fiebre llamada indurainitis afecte a la población, por lo menos a la de la zona de influencia de Bogotá y a la de la región de Boyacá, donde se correrá el Mundial. Hartos de que Colombia sólo genere noticias malas en el extranjero, los colombianos ven en la conquista del arcoiris [el maillot de campeón del mundo] por parte de Induráin el mejor antídoto. Ahí es nada, Colombia pasaría a la historia como el lugar en el que tuvo lugar una de las mayores hazañas del ciclismo. Con sólo ofrecer el escenario se sienten privilegiados. "¿Cómo está Induraín? [sic]", era ayer la pregunta de moda. "Ándele, ándele". Un Induráin de buen humor -un buen síntoma- y delgadísimo, "finísimo", -que dicen los otros ciclistas cuando le ven -un mejor síntoma- apartaba con esas palabras al tropel de periodistas que acudieron el viernes por la noche a su llegada al aeropuerto de Bogotá procedente de Colorado. "Lo nunca visto", decían todos al día siguiente. "Fue como si llegara Prince o cualquier otra megaestrella del rock", cantaban las radios. "Más de 100 periodistas centrados en una sola persona", se admiraban los propios informadores. "Desde la llegada de la selección de fútbol de Colombia victoriosa tras golear a Argentina en Buenos Aires no había habido tal interés".

La fuerza de la radio

A la mañana siguiente, los periodistas se peleaban por la exclusiva: A qué hora saldría Induráin de Bogotá para concentrarse en Paipa con el resto de la selección española. Una vez conseguida, las cadenas de radio -verdadera. fuerza motriz de la sociedad- se movilizaron. La competencia entre RCN -cadena propiedad del grupo Ardila, organizador del Mundial, y que emite por uno de sus canales 24 horas diarias del Mundial- y Radio Caracol -la otra gran potencia radiofónica hizo el resto. Los 190 kilómetros entre Bogotá y Paipa fueron para Induráin y el resto de compañeros un auténtico baño de masas. Hasta 50 kilómetros de caravana se organizaron a su ritmo; los pueblos que atravesaron, rebosantes ,de banderas, y la gente -alertada por las radios de la llegada del cortejo-, ocupando todas las cunetas al paso de la comitiva..La ilusión colectiva empuja a Induráin. "Quiero que gane Induraín [sic]", dice el colombiano encargado de las acreditaciones. "Lo que hagan los ciclistas colombianos me da igual. Yo quiero que gane Miguel. Es un monstruo". Y como él, cualquiera con el que uno se tropiece. Ese fervor popular, sin embargo, no deja de ser preocupante. Induráin ha disfrutado tres semanas en Colorado de la gloria del anonimato. En una zona en la que ni siquiera la mayoría sabe quien es Greg LeMond, el ciclista navarro podía permitirse unos lujos insospechados. Por ejemplo, paseaba anónimamente por las calles de Beckenridge acompañado de su esposa Marisa; los escasos cazadores de autógrafos le respetaban, sin avasallarlo, yendo de uno en uno a por su firma; las solitarias carreteras del estado norteamericanas eran el paraíso del ciclista. Pero aunque él no lo supiera, su presencia despertó también admiración en Estados Unidos. Un catedrático de Educación de la Universidad de Boulder, Ernest House, una de las glorias académicas de Colorado, mandaba un fax a sus amigos españoles con una sencilla pregunta: "¿Quién es este Induráin?". Se admiraba el académico de la capacidad de planificación y trabajo que podía tener un español. Allí, en la tierra de la perfección.

Unos cuantos miles de kilómetros más al sur, la otra cara de la moneda. Adiós soledad, adiós trabajo tranquilo. Un héroe no tiene derecho a esas prebendas. "Todo ha sido normal", contaba el seleccionado español Manuel Fernández Ginés del entrenamiento del sábado. "Bueno, lo único anormal ha sido la presencia de Miguel. Todo el hotel, alborotado, lo que no deja de ser un poco molesto. Por lo menos en la carretera, como llevamos siempre una patrulla de policía militar con nosotros, las cosas siguen igual".

La seguridad se ha extremado en una zona en la que se nota la influencia de la guerrilla. Todas las selecciones se entrenan con protección militar. En el hotel de la selección española, un geo y dos policías colombianos están al servicio de la seguridad del equipo que trabajará para que Induráin sea el primer español en conquistar el arcoiris.

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