Tribuna:INTRIGAS DE VERANO

Máscara Azteca y el Doctor Niebla (Después del golpe) (4)

12. La toma de las pirámidesMáscara Azteca había programado la operación durante meses. Todo se inicio cuando descubrió que en los niveles de dirección del departamento de vigilancia arqueológica del Instituto Nacional de Antropología e Historia las simpatías por la Resistencia eran más que teóricas. Tanto José Manuel Bonilla, el director, como una de los dos subdirectores, Susana Quirós, eran firmes apoyos. Después de reclutarlos comenzó a crear en su mente de fabulista y de técnico de equipo de fútbol un bonito plan.

Seis meses más tarde se hizo oficial el proyecto de cr...

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12. La toma de las pirámidesMáscara Azteca había programado la operación durante meses. Todo se inicio cuando descubrió que en los niveles de dirección del departamento de vigilancia arqueológica del Instituto Nacional de Antropología e Historia las simpatías por la Resistencia eran más que teóricas. Tanto José Manuel Bonilla, el director, como una de los dos subdirectores, Susana Quirós, eran firmes apoyos. Después de reclutarlos comenzó a crear en su mente de fabulista y de técnico de equipo de fútbol un bonito plan.

Seis meses más tarde se hizo oficial el proyecto de crear una "policía arqueológica" que vigilaría en los grandes centros ceremoniales mayas y aztecas el que los turistas no se robaran las piedrotas o las piedritas. De pasada esta misma policía se haría cargo de la vigilancia de los museos.

Evidentemente los gobernos colocaron a la cabeza del cuerpo a un par de cuadros suyos, pero el reclutamiento de la policía, por razones técnicas, quedó en manos del departamento de vigilancia, o sea de la Resistencia.

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El problema mayor habría de ser el pasar a la clandestinidad a 173 policías arqueológicos armados una vez se hubieran robado la pirámide del Sol. Eso, y no tanto el disponer de 12.000 toneladas de piedras y ocultarlas, es lo que no acababa de animar a Máscara Azteca a decir: "Vamos".

13. La teoría

El Doctor Niebla aportó sus talentos literarios y su esquizofrenia adiestrada, pero fue Máscara Azteca el que bautizó a los caracteres y propuso el esquema insólito de la Resistencia, el que la definió como una acción constante y no una doctrina; incluso el que diseñó la ingrata idea de los relevos que esperaban en Los Ángeles a que a ellos algún día los matarán.

-Si lo detienen, usted es el novelista José Daniel Fierro, intelectual, novelista, el eterno opositor de la dictadura y ya. Lo matan y ya. Pero nadie podrá matar al Doctor Niebla. Si me detienen yo soy lo mismo, y me detienen, me hacen cagada y, ya, paso a la lista de los mártires y a la mierda, pero les resultará imposible acabar con Máscara Azteca. Incluso pueden hacer pomada nuestras redes, y... luego las reconstruirán o harán otras nuevas nuestros alter egos. Había una torpeza inherente a todas las oposiciones clandestinas, la de centralizar, la de organizar, la de concentrar. Aquí se trata de desorganizar al estado, de multiplicar las iniciativas, de descentralizarlo todo. La Resistencia no es una organización, es una enfermedad que se contagia, que avanza en las ideas y sobre todo en el terreno de los mitos. No pueden descabezar lo que no tiene cabeza, no pueden desorganizar lo desorganizado. Tenemos que movernos en un espacio de irracionalidad, de azar y suerte, como si cada vez que tomamos una decisión apelamos a los giros de una moneda al aire. No hay modelos, usando el término gringo, que es más preciso, no hay patterns en el caos.

-Es usted un poeta, amigo -dijo el que sería el Doctor Niebla-. Pero tu esquema tiene una debilidad, necesita una retaguardia.

-Sí y no. Necesitaba más bien ser alimentados del rumor, ¿y qué mejor podemos pedir en México?

El que sería el Doctor Niebla escuchaba fascinad en el baño de un hotel de mala muerte en la colonia Guerrero, sentado ante el espejo bebiéndose, una limonada de polvito. Por aquellos días acababa de llegar a México, y no sabía por dónde empezar, y de repente aquel loco que una semana más tarde atacaría el Museo d e Antropología y se retrataría desnudo, en cueros vivos con la Máscara, le estaba proporcionando el esquema completo. ¿Sacado de dónde? De lecturas de novelas de vaqueros y piratas, de un abuelito anarquista, de las historias de la resistencia yugoslava contra los nazis, de las influencias en su vida de cosas tan aparentemente inconexas como Peter Pan y Sigmund Freud.

-No sé, por ejemplo, suponga que organizamos un grupo y que instantáneamente después rompemos el contacto con ellos, les damos una frecuencia de radio para que les sugiera ideas y cree la ilusión del contacto y una manera de reportar o de combinar con la retaguardia.

-Yo tengo la impresión de que cuando se hacen los planes hay retaguardias, pero cuando llega la hora de la realización no hay ni pinches retaguardias ni nada que se le parezca, sólo el jodido desierto atrás de uno.

-Bueno, pues eso, una ilusión de retaguardia. Al fin y al cabo retaguardia es más bien un "concepto moral".

14.Cogiendo con el enemigo

En el sonido local del metro se escuchaba una vieja tonada española, algo que tenía que ver con un caballo que tenía doce cascabeles y que iba muy capulina él por una pinche carretera. El personal arracimado la tarareaba, debería ser una favorita del programador, una canción de cuna para las esperas de los habituales de la línea 16. Se alternaba con el Que viva España de Manolo Escobar y Rosas en el mar de Massiel.

El Doctor Niebla tenía ganas de vomitar.

Se dirigía a la casa de Anabella Goicoechea, la esposa del jefe de la policía, a la que había venido asistiendo como siquiatra en los últimos meses. Carraspeó y se ajustó a la personalidad del profesor Juan David Fernández. Abstemio cuando querías una cerveza, misógino cuando querías darte un revolcón, erudito cuando querías ver viejos programas infantiles en las repeticiones de la tele matutina; ése era el problema de las muchas vidas, insistían en en frentarse, y eso cuando no decidían mezclarse, lo que era mucho más grave.

Mientras subía los últimos peldaños trató de recordar las características de Fernández: citaba a Díaz Mirón y Amado Nervo, era melosamente romántico al tiempo que rigurosamente científico, y se atusaba el bigote a cada rato. Ojo, tenía paralizado el brazo iz quierdo.

Anabella Goicochea estaba sentada en el taburete del piano y lo recibió con una frase sorprendente:

-Sueño con que Stan Laurel y Oliver Hardy quieren venderme un seguro médico. ¿Qué absurdo, verdad?

-Freud se pondría muy contento con un sueño así. Tenía verdadera pasión por las situaciones absurdas. ¿Porque seguro que Laurel y Hardy se parecen a algún amigo de su esposo, verdad? Y además cuando fracasan en venderle el seguro le ofrecen algo más. ¿Una caja de libros? ¿Pasteles? ¿Condones?

-Doctor, es usted tremendamente intuitivo -dijo Anabella, que por toda ropa llevaba apenas sobre los hombros un mantón de Manila y coronaba los bucles con una peineta.

A lo lejos se escuchaba el rumor de la sintonía de La hora nacional repetida en decenas de aparatos de radio y televisión, que casi instantáneamente dio paso a los rumbosos aires de La violetera en versión de Sarita Montiel.

Le retornaron las ganas de vomitar.

-Oye, ¿es cierto que tu marido quiere triplicar las guardias de seguridad en casa de ...? (Continuará)

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