El forjador rebelde

Uno de los pocos herreros que quedan en Madrid crea, además de rejas, esculturas gigantescas

Es de los últimos en su oficio. Pascasio Martínez Coronado, de 52 años, es un herrero que sueña con instalar sus 40 esculturas de hierro en el mismo lugar donde el año pasado expuso las suyas el colombiano Fernando Botero. Pascasio, bautizado por sus amigos como el forjador rebelde es un autodidacta que entre rejas y barandillas se divierte en su taller del pueblo de Arroyomolinos Creando obras de grandes dimensiones.Pascasio nació en El Toboso (Ciudad Real) y a los 11 años comenzó a trabajar como aprendiz en una herrería., "De pequeño me gustaba hacer tallas de madera y cuando mi padre me met...

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Es de los últimos en su oficio. Pascasio Martínez Coronado, de 52 años, es un herrero que sueña con instalar sus 40 esculturas de hierro en el mismo lugar donde el año pasado expuso las suyas el colombiano Fernando Botero. Pascasio, bautizado por sus amigos como el forjador rebelde es un autodidacta que entre rejas y barandillas se divierte en su taller del pueblo de Arroyomolinos Creando obras de grandes dimensiones.Pascasio nació en El Toboso (Ciudad Real) y a los 11 años comenzó a trabajar como aprendiz en una herrería., "De pequeño me gustaba hacer tallas de madera y cuando mi padre me metió en la fragua sentí que había encontrado mi oficio", recuerda. Hoy, gracias a sus dos empleados, puede compaginar los trabajos que realiza para muchas urbanizaciones de la zona sur de la Comunidad con la escultura, su gran pasión.

Para su realización, el artista no utiliza bocetos previos, "cada pieza la tengo grabada en mi cabeza", y los materiales que emplea son desechos y recortes de su propio taller o que compra en chatarrerías. De vez en cuando vende alguna pieza o recibe un encargo.

Como las esculturas no le caben en el patio de su taller las ha ido instalando en los alrededores, creando un improvisado museo al aire libre. Durante los fines de semana la zona se llena de curiosos que se detienen ante el espectáculo de ver un enorme dinosaurio rodeado de toros, frailes, Quijotes y guardias civiles soportando estoicos las inclemencias del tiempo. Destaca por su tamaño una bola del mundo de 4.500 kilos de peso que representa el cielo, el agua y la tierra. Pero su deseo es dar a conocer su obra al gran público.

"Si nunca he expuesto es porque desconozco el mundo de las exposiciones y porque mi obra no cabe en cualquier sitio", reconoce. Por eso cuando vio en televisión la exposición de Botero pensó que era una idea estupenda: "El mismo día que finalizó ya tenía preparados varios camiones para plantar mis esculturas, de madrugada, en la plaza de Cibeles. Pero mis amigos me hicieron desistir", afirma el escultor.

Escribió entonces a la Comunidad y al Ayuntamiento de Madrid, pero no encontró más que buenas palabras por respuesta. Entre otras, las de la entonces concejal de Cultura, Esperanza Aguirre, quien le contestó -asegura el artista- que los gastos seríanmuy elevados y que sin patrocinio de una empresa privada era un proyecto inviable. "Me dijo que el 90% de mi obra era arte, pero que el patio del Cuartel del Conde Duque era sólo parla artistas ya muertos", recuerda.

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