Cartas al director

Saber, educar

Antonio Muñoz Molina ha contribuido a agitar el río revuelto de la enseñanza con su artículo Final de curso. Comparto su espíritu crítico, pero discrepo de sus argumentos. "Saber" no es equivalente a "educación". Confundir ambos términos puede llevar al academicismo y a la hipertrofia de contenidos, taras del bachillerato español. No hay que enseñar lo que a uno le gusta, sino lo que los alumnos necesitan, y si, además, le gusta al profesor, mucho mejor. Un educador disfruta "educando", sin más. Las capacidades o rasgos necesarios en un educador son mucho más amplios y variados que los ...

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Antonio Muñoz Molina ha contribuido a agitar el río revuelto de la enseñanza con su artículo Final de curso. Comparto su espíritu crítico, pero discrepo de sus argumentos. "Saber" no es equivalente a "educación". Confundir ambos términos puede llevar al academicismo y a la hipertrofia de contenidos, taras del bachillerato español. No hay que enseñar lo que a uno le gusta, sino lo que los alumnos necesitan, y si, además, le gusta al profesor, mucho mejor. Un educador disfruta "educando", sin más. Las capacidades o rasgos necesarios en un educador son mucho más amplios y variados que los que señala Muñoz Molina. La paciencia, la apacibilidad y el carácter activo son útiles, pero no son, ni mucho menos, suficientes. ¿O es que todavía pensamos que la educación es una tarea puramente artesanal?La pasión de enseñar nunca será inútil si va acompañada de la pasión de educar. Hablando de pasiones, lo que quizás sobre en nuestros institutos es cierta "pasión" en defender un status quo acomodaticio y conservador.

Reducir la formación del profesorado a un dilema entre "cursillos" o "doctorados" es simplificación y demagogia. La cuestión. es mucho más compleja. Estoy totalmente de acuerdo en que los cursillos pueden ser un instrumento de control ideológico. Un educador no necesita nada un cursillo de cestería, pero tampoco un doctorado en Heidelberg.

El profesorado de bachillerato ha sido impermeable, e incluso manifiestamente hostil a cualquier planteamiento pedagógico, llegando a mezclar y a mostrar un claro rechazo a términos como pedagogo, maestro o educador. Personalmente, creo que la enseñanza secundaria necesita muchos más verdaderos educadores que especialistas en saberes universitarios.

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Quizá todo esto no sea más que pedagogía blanda y sofocante, analfabeta seguro que no, pero mucho me temo que los argumentos de Muñoz Molina sirvan, contra su propia intención, para abonar aún más las posiciones retrógradas de algunos enseñantes. Hoy, lo valiente en nuestros institutos es defender un cambio educativo real y una mejora de la calidad de la enseñanza frente a unos claustros desmotivados e inmovilistas y unas autoridades educativas preocupadas únicamente por el "ahorro" y la "eficacia".-

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