Reportaje:

"Me pegaron a mí y a los míos"

Una familia española amenazada de muerte en Argel busca una nueva vida en España

Era el último español de un populoso barrio de Argel. Y ni siquiera se atreve a que su nombre salga en los periódicos, Podríamos llamarle José, quien a sus 45 a os, acompañado de su mujer y de sus tres hijos, abandonó ayer Argel para refugiarse en Madrid. Salieron de casa a primera hora de la mañana, con discreción y sigilo, llevando como todo equipaje una gruesa maleta y dos bolsas de viaje. Intentaban de esta manera no llamar la atención de los vecinos y eludir la vigilancia de los integristas radicales, que hace pocos meses les enviaron un mensaje de muerte."He nacido en este barrio, donde ...

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Era el último español de un populoso barrio de Argel. Y ni siquiera se atreve a que su nombre salga en los periódicos, Podríamos llamarle José, quien a sus 45 a os, acompañado de su mujer y de sus tres hijos, abandonó ayer Argel para refugiarse en Madrid. Salieron de casa a primera hora de la mañana, con discreción y sigilo, llevando como todo equipaje una gruesa maleta y dos bolsas de viaje. Intentaban de esta manera no llamar la atención de los vecinos y eludir la vigilancia de los integristas radicales, que hace pocos meses les enviaron un mensaje de muerte."He nacido en este barrio, donde se instaló mi padre al acabar la guerra civil española y se casó con mi madre, una argelina. Aquí he vivido siempre. Me voy porque estoy obligado a ello. La situación para mí se ha ido degradando poco a poco. Creo que Argelia tardará aún muchos años en encontrar su equilibrio", confesaba José pocas horas antes de emprender su viaje hacia España. No logró pegar ojo en su última noche en Argel.

"Lo peor fue durante la huelga general de los islamistas en junio de 1991, cuando el barrio fue ocupado por los militantes del Frente Islámico de Salvación. Entonces sentí lo que era el miedo", afirmaba con énfasis este hombre curtido por la historia, que creció en vísperas de la guerra de liberación argelina, mientras su padre, viejo republicano del Ejército de Madrid reciclado a simpatizante del Frente de Liberación Nacional, saltaba por los aires por la explosión de un coche bomba que había colocado junto a su camión el brazo clandestino del Ejército colonial francés, la OAS.

José, el mayor y el único varón de la familia, ha trabajado duro durante los últimos años. Primero en el campo, como peón agrícola, después en la oficina comercial de la Embajada de España, para finalizar como agente de compraventa en una firma francesa especializada en la construcción. Hace ya varios meses que engrosaba las listas del paro. Y la presión de sus vecinos le aconsejaba dejar Argelia.

"Primero fueron unas mujeres que se acercaron a mi esposa en plena calle. La insultaron por estar casada con un rumi [extranjero] y le advirtieron que yo no viviría mucho, ya que los terroristas se iban a ocupar de ello. No hice caso de estas amenazas hasta hace poco menos de cuatro meses, cuando un grupo de vecinos irrumpió en mi casa. Me pegaron a mí y a los míos. Ese día comprendí que debía dejar Argelia", musitaba atribulado en su último atardecer en su barrio de la capital argelina.

Ayer al mediodía, cuando toda la familia aterrizó en Barajas, nadie les esperaba. Es el principio de una última aventura. Su capital lo forman los 8.000 francos franceses (200.000 pesetas) que el cónsul en Argel, Bernardino León, sacó de un rincón de las arcas exhaustas de la Embajada. José apretaba con fuerza el sobre del dinero que colocó junto a las tres cartas de recomendación con las que espera encontrar trabajo, piso y colegio para sus hijos. Una nueva vida.

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