Cartas al director

Me confieso demócrata

Me confieso demócrata. Ejerzo la democracia, aunque no participo de la ortodoxia de su práctica.Utilizo el verbo "confesar" y no el "declarar" por las resonancias religiosas del primero, de las que me ayudaré para simbolizar mi explicación mucho más propicias para ese fin quo los ecos fiscales del segundo.

Cuando contaba, con 20 impetuosos años -nací 1962- voté por primera vez, y, aparte de un fiel defensor de los valores y enseñanzas democráticas sobre todo de las históricas, era un prosélito de sus dogmas y rituales. Con el tiempo dejé de ser esto último.

En lo político como en...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Me confieso demócrata. Ejerzo la democracia, aunque no participo de la ortodoxia de su práctica.Utilizo el verbo "confesar" y no el "declarar" por las resonancias religiosas del primero, de las que me ayudaré para simbolizar mi explicación mucho más propicias para ese fin quo los ecos fiscales del segundo.

Cuando contaba, con 20 impetuosos años -nací 1962- voté por primera vez, y, aparte de un fiel defensor de los valores y enseñanzas democráticas sobre todo de las históricas, era un prosélito de sus dogmas y rituales. Con el tiempo dejé de ser esto último.

En lo político como en lo religioso se puede creer, practicar; y ejercer; sólo creer y no ejercer ni practicar; se puede, sin saberlo, ejercer sin creer ni practicar, así como practicar creyendo o sin creer.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Un demócrata, por desesperanza, pereza, estoicismo, escepticismo, inteligencia o ignorancia puede creer en la democracia, asumiendo sin acritud el gobierno de la mayoría, criticando y asumiendo la crítica, y quejándose, y escasamente alabando... y, no obstante, no votar.

En el colegio electoral al que el día 28 fui a no votar, ni en blanco, pues para mí votar en blanco es como ir a misa y no atender al cura, había una joven vocal de no más de18 años, que reflejaba en su rostro cierto nervioso, entusiasmo propio de los iniciados. Recordé cuando con 20 años voté por primera y última vez. Todo estaba tranquilo, limpio; las papeletas se superponían en formación, cárstica en el fondo de la bendita urna. La democracia, confirmé sin sorpresa, no corre peligro, a pesar de todo. Me emocioné como cuando veo los coches apartarse para dejar pasar a una ambulancia, y me sentí demócrata, más que nunca mas aún que cuando voté por primera y última vez. Por esta razón-diferencia, un cabezarrapada, un herribatasuno o un nostálgico de tiempos rremotos, que votan incluso con asiduidad, no hubieran ni estado a punto de pensar no escribir esta carta.

Archivado En