FÚTBOL ÚLTIMA JORNADA DE LA LIGA

La hermandad gallega salva al Compostela

Funcionó la hermandad gallega el Compostela se salvó gracias al gesto solidario del Deportivo en Albacete. La temporada ha transcurrido en Santiago como el permanente milagro de un equipo zurcido con retales, un grupo de jugadores sin fama y proveniente del pozo del fútbol español que ha transitado sin miedo por los más suntuosos salones de la Liga. Por eso no fue extraño que la Liga acabase en Santiago rodeada de hechos casi sobrenaturales, como la paliza del Deportivo en Albacete o la propia victoria del Compostela sobre un Tenerife superior. La gente celebró la permanencia como s...

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Funcionó la hermandad gallega el Compostela se salvó gracias al gesto solidario del Deportivo en Albacete. La temporada ha transcurrido en Santiago como el permanente milagro de un equipo zurcido con retales, un grupo de jugadores sin fama y proveniente del pozo del fútbol español que ha transitado sin miedo por los más suntuosos salones de la Liga. Por eso no fue extraño que la Liga acabase en Santiago rodeada de hechos casi sobrenaturales, como la paliza del Deportivo en Albacete o la propia victoria del Compostela sobre un Tenerife superior. La gente celebró la permanencia como si fuese el título y no era para menos. Pero la tarde tuvo también su episodio dramático: cuando el equipo local marcó el segundo gol, su presidente, José María Caneda, se desmayó en el asiento, necesitó de oxígeno y tuvo que ser hospitalizado aunque luego abandonara feliz el hospital hablando, de que todo fue un susto.El partido se movió al ritmo que marcaba el transistor, como si un hilo misterioso uniese los acontecimientos que estaban ocurriendo en San Lázaro y en Albacete. Corría el minuto 8 y el estadio rugió enardecido: había marcado el Deportivo. Ni el entrenador, Fernando Santos pudo resistir el impulso de asomarse a la línea de cal para jalear a los suyos. La reacción de los jugadores fue fulminante. A los pocos segundos, Fabiano agarró la pelota en la izquierda, burló a Aguilera y dejó en la boca de gol a Ohen para que el nigeriano completase el alborozo. En un minuto, el Compostela había encontrado el camino de la salvación.

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En la segunda parte, los transistores comenzaron a incendiarse con la avalancha goleadora del Deportivo en Albacete y San Lázaro vivió lo inimaginable: el estadio más celtista del mundo, después de Balaídos, rompió en aclamaciones al Depor, el odiado vecino del Norte. Lo que ocurría sobre el campo pareció dejar de interesar a todo el mundo, incluídos los propios futbolistas. El Compostela, exhausto tras una temporada feroz, rechazaba el balón y miraba el reloj. El Tenerife seguía guardando la pelota sin sacarle provecho.

Con el partido bloqueado, llegó el momento supremo, un gol más y el presidente que se desploma en su asiento. Del drama a la felicidad.

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