Tribuna:

La vía argelina de ETA

A lo largo de su historia, ETA ha sido muy sensible hacia los ejemplos exteriores. En sus orígenes, contó sobre todo el modelo irlandés, vigente todavía por lo que toca a la relación entre el núcleo terrorista y su proyección política legal, pero también contaron las aportaciones del nacionalismo derechista israelí, y, sobre todo, en los años sesenta, los patrones acuñados por los movimientos de liberación del Tercer Mundo, con Vietnam y Argelia en primer plano. Entonces se trataba del FLN, que mostró cómo la insistencia en la acción terrorista, socialmente apoyada, podía llevar a la vi...

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A lo largo de su historia, ETA ha sido muy sensible hacia los ejemplos exteriores. En sus orígenes, contó sobre todo el modelo irlandés, vigente todavía por lo que toca a la relación entre el núcleo terrorista y su proyección política legal, pero también contaron las aportaciones del nacionalismo derechista israelí, y, sobre todo, en los años sesenta, los patrones acuñados por los movimientos de liberación del Tercer Mundo, con Vietnam y Argelia en primer plano. Entonces se trataba del FLN, que mostró cómo la insistencia en la acción terrorista, socialmente apoyada, podía llevar a la victoria política (la independencia), aun cuando la victoria militar se hubiese visto frustrada por la superioridad del Ejército francés. Los recientes atentados y las declaraciones procedentes del sistema ETA parecen apuntar a que Argelia vuelve otra vez a servir de modelo, aunque esta vez tenga como referencia a una, corriente tan escasamente atractiva como el integrismo terrorista.La base de esta estrategia consiste en la dificultad para toda sociedad de resistir a una violencia que la penetra, a través de las acciones de terror, en todos sus niveles. Inconscientemente, cabe que la opinión desplace la responsabilidad desde los agentes del terrorismo hacia el poder establecido que se niega a la "negociación" requerida: "negoziazioa" , podía leerse en una de las pancartas de la reciente manifestación por la paz tras el atentado en Rentería contra un coche de ertzainas. Para conseguir ese objetivo, el modelo FIS-GIA muestra que no cabe limitarse a afirmar la propia existencia mediante un rosario de atentados cuya intensidad depende de los recursos disponibles, sino que hay que golpear a puntos claves de la sociedad, como políticos o periodistas. Para justificar tales acciones, basta emitir un fatwa o decreto de responsabilidad universal para todo aquel que no asuma las posiciones expresadas por la organización y que, a su juicio, encaman las de todo el pueblo. Luego se golpea allí donde se puede, pero siempre dentro de ese criterio de selectividad.

La entrevista a portavoces de ETA que publica Egin el lunes apunta claramente en esa dirección. La fundamentación es la de siempre. Existe "un contencioso" entre Euskadi y el Estado español, cuya única salida aceptable es el reconocimiento por el segundo de la independencia vasca. Por supuesto, no se toma en consideración si ésa es la voluntad de los vascos de hoy. Debe serlo y cualquier otra opción resulta excluida. La lucha armada, es decir, el terrorismo, sigue siendo imprescindible para lograr dicho objetivo y, además, los recientes acontecimientos parecen confirmarlo. Todo responsable de "la prolongación del contencioso es decir, todo adversario de las tesis de ETA, es blanco potencial de un atentado. "El objetivo de esa acción", declaran los etarras en la entrevista de Egin, "fue atentar contra los políticos responsables de la prolongación del conflicto, y los políticos profesionales lo han entendido bien (sic)". En cuanto a los periodistas, lo que tienen que hacer es, "en lugar de adoptar actitudes corporativistas ante una hipotética acción de ETA, reflexionar en torno al trabajo sucio de los periodistas". La "hipotética acción" queda así justificada de antemano, con la coletilla de un consejo relativo, al comportamiento deseable de la profesión.

El peligro para una estrategia semejante es que los demás, esto es, las fuerzas políticas democráticas y la mayoría de la sociedad, reaccionen confirmando la adhesión al Estado de derecho y provocando el aislamiento político de la organización terrorista. En una palabra, convirtiendo en inútil la provocación sangrienta. Es claro que las cosas no han seguido por este camino liras el atentado mortal que costó la vida a Gregorio Ordóñez y ello explica que ETA proclame con satisfacción que "los políticos profesionales lo han entendido bien". La intimidación ha funcionado a pleno rendimiento y PNV, EA, IU y UA no tuvieron inconveniente en sentarse a discutir sobre la autodeterminación con el grupo político que forma parte del sistema ETA. Se puede seguir discutiendo, al parecer, aunque se sucedan los actos de "violencia", como si ésta, por el solo hecho de existir, no afectara de forma decisiva a todo el debate político en Euskadi. El atentado no introdujo un cerco en torno al sistema ETA: le convirtió en interlocutor privilegiado.

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Por otra parte, con la aceptación de ese terreno supuestamente neutral de Elkarri, se pasa por alto -como siempre ha venido requiriendo ETA- la actuación del que debiera ser el marco de toda discusión política de fondo: el Parlamentó vasco. Con más razón aún en este caso, ya que asumió en el pasado que a él le correspondía todo lo relativo al derecho de autodeterminación. Pero la razón de la fuerza se impone. La "negociación" debe saltar por encima de la democracia. De nuevo, desde esta perspectiva, ETA ha logrado un avance sustancial con el diálogo entablado en el hotel Carlton.

Y, sobre todo, ha puesto en marcha una espectacular subasta donde el premio se asigna a quien dé mayores muestras de radicalismo independentista. En vez de sentir de cerca la amenaza de un fascismo terrorista, que apuntaría a todas y cada una de las organizaciones democráticas siempre que no secundasen a ETA, Eusko Alkartasuna, y PNV deciden que la ocasión es buena para afirmar con toda la fuerza de sus pulmones que su objetivo es la independencia. "Euskadi vibró", pudo titular Egin comentando el "frente nacional" producido espontáneamente en torno al pasado Aberri Eguna. Es cierto que EA y PNV rechazan la violencia, pero la consideran como un problema aparte, que nada tiene que ver con el fondo sabiniano de las distintas corrientes nacionalistas. Hasta Ardanza, habitualmente hombre sosegado, saca la caja de los truenos para declarar que "desde el españolismo centralista todo vale contra el nacionalismo vasco", mientras que los de ETA son relegados al margen como "una panda de iluminados trasnochados y leninistas, (sic) residuales aún por reciclar". Poca cosa, a fin de cuentas. Así que, de un lado, "españolismo y violencia", por este orden, como enemigos de Euskadi, contrapuestos a "nacionalismo y democracia". Y el objetivo final coincide, según precisa Arzalluz, puntualmente: que el pueblo vasco se organice en "su propia soberanía". Cabe entonces pensar, ante la coincidencia de objetivos basada en la dualidad mágica de Sabino, Euskadi versus España, y el papel secundario que se asigna a la fascistización observable en el sistema ETA, que las dos estrategias puedan resultar complementarias ante la sociedad vasca.

El momento para el salto hacia adelante está además bien elegido por coincidir con el caso GAL, que, gracias a la actitud del Gobierno, contribuye también a hundir el prestigio del Estado. Pero, pase lo que pase, a ETA no le interesa indagar las responsabilidades: la culpables España. "Los ciudadanos vascos estamos en la indefensión más absoluta", se lamentan los voceros de ETA, ignorando cuanto está ocurriendo en la instrucción de Garzón. Lo que cuenta ahora es insistir en el camino trazado por el atentado contra Ordóñez, y qué mejor blanco que el líder del Partido Popular, por un curioso azar histórico nieto de aquel Gudalgai que se diera a conocer como periodista haciendo crónicas de guerra en el diario Euzkadi. La vía argelina está en marcha, para mayor felicidad de todos.

Antonio Elorza es catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Complutense de Madrid.

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