Tribuna:

Triunfo

"Antes habría faltado yo a la cita con la novia que a la cita con Triunfo", dijo el novelista Manuel de Lope. Asistíamos en la librería Crisol a una de esas dominicas que organiza Virginio Núñez y que ya son costumbre madrileña. El motivo de la tertulia era la presentación del libro Triunfo, en su época, publicado bajo los auspicios de la Casa de Velázquez y que recoge las actas de las jornadas que, en 1992, se celebraron en esta institución hispanista francesa.Una frase de Antonio Machado, citada por el contertulio Paul Aubert, editor del libro, resumió muy bien el sentim...

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"Antes habría faltado yo a la cita con la novia que a la cita con Triunfo", dijo el novelista Manuel de Lope. Asistíamos en la librería Crisol a una de esas dominicas que organiza Virginio Núñez y que ya son costumbre madrileña. El motivo de la tertulia era la presentación del libro Triunfo, en su época, publicado bajo los auspicios de la Casa de Velázquez y que recoge las actas de las jornadas que, en 1992, se celebraron en esta institución hispanista francesa.Una frase de Antonio Machado, citada por el contertulio Paul Aubert, editor del libro, resumió muy bien el sentimiento de los que fueron redactores, colaboradores o lectores de Triunfo: "No hay por qué recordar lo que no se ha olvidado". La publicación de este libro, más sacar a aquella revista del olvido, demuestra hasta qué punto sigue vivo su recuerdo.

En la mesa de Crisol estaban, ante la sala a rebosar de gente, José Ángel Ezcurra y Eduardo Haro Tecglen. Haro tiene hecha promesa solemne de no hablar en público, y pensé que quien estaba allí no era él, sino alguna de las advocaciones con que firmaba en Triunfo, Berbén, Aldebarán o, más bien, Pozuelo, el que más se le parece. Ezcurra, fundador y director de la revista durante los 20 años de su existencia, ha escrito para este libro una pormenorizada historia de Triunfo que quedará como texto de referencia para la historia del periodismo español contemporáneo. En esa "crónica de un empeño dificultoso", Ezcurra cuenta las vicisitudes y penalidades que, como director de una empresa que siempre antepuso la razón ideológica y periodística a la económica, tuvo que sufrir en aquellos años.

La tertulia de Crisol no tuvo de ceremonia nostálgica. La evocación del semanario que dejó de publicarse a comienzos de la década de los ochenta sirvió para plantear cuestiones relacionadas con el periodismo actual. Alguien preguntó: "¿Cómo habría contado Triunfo lo que ahora está sucediendo en España?". Era un reconocimiento no sólo a la revista que en su tiempo significó, sino a lo que aún pueden significar hoy su nombre y su enseñanza.

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