Cartas al director

El deber de perdonar

Al señor Joaquim Moncanut Casals, de Barcelona, que utiliza el caso de Oscar Wilde y la Iglesia anglicana (véase EL PAÍS de 23 de febrero pasado) como trampolín para universalizar irónicamente su duda ("¿Y quién se cree que es la Iglesia para perdonar?"), habría que responderle que una cosa es tener el poder de perdonar y otra muy diferente la obligación de hacerlo.Lo primero corresponde sólo a Dios, que actúa en el fondo de cada conciencia. Lo segundo es tarea constante de cada ser social y de toda la Iglesia como comunidad de seres sociales creyentes. La Iglesia tiene...

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Al señor Joaquim Moncanut Casals, de Barcelona, que utiliza el caso de Oscar Wilde y la Iglesia anglicana (véase EL PAÍS de 23 de febrero pasado) como trampolín para universalizar irónicamente su duda ("¿Y quién se cree que es la Iglesia para perdonar?"), habría que responderle que una cosa es tener el poder de perdonar y otra muy diferente la obligación de hacerlo.Lo primero corresponde sólo a Dios, que actúa en el fondo de cada conciencia. Lo segundo es tarea constante de cada ser social y de toda la Iglesia como comunidad de seres sociales creyentes. La Iglesia tiene el deber de perdonar, de abrir caminos de esperanza, sabedora de que nadie es perfecto. Mal contribuiría ella a la paz social si se cerrara a la necesidad de perdonar.

La Iglesia no es acusadora, juez ni verdugo. Quiere, por el contrario, y debe ser fraternidad, comprensión y salvación frente a la miopía que nos vuelve intolerantes, frente a nuestra hipócrita exigencia de perfección absoluta en los demás. ¿O no sigue siendo cierto aquello de la paja en el ojo ajeno?

El perdonarnos recíprocamente (recuérdese el padrenuestro) está en el polo opuesto a la presuntuosa actitud del perdonavidas que el señor Moncanut atribuye erróneamente a la Iglesia.-

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