"No sé por dónde entraron, no me lo explico"

Un bulto bajo las ruedas. Eso fue lo que hizo frenar al conductor de la hormigonera que a las 14.55 del martes aplastó a un abuelo de 64 años y a su nieta de tres en un cruce de Madrid. El hombre, que se confiesa destrozado -tiene dos hijos pequeños-, recuerda que inmediatamente bajó del vehículo. En tierra le aguardaba el estigma de su futuro. "No sé por dónde en traron, no me explico que no los, viese, miré, a los espejos..." murmuraba ayer. A sus 38 años, no sabe si volverá a tocar un volante. El parte policial dice que no se percató de la presencia de los peatones.

La mañana del 14...

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Un bulto bajo las ruedas. Eso fue lo que hizo frenar al conductor de la hormigonera que a las 14.55 del martes aplastó a un abuelo de 64 años y a su nieta de tres en un cruce de Madrid. El hombre, que se confiesa destrozado -tiene dos hijos pequeños-, recuerda que inmediatamente bajó del vehículo. En tierra le aguardaba el estigma de su futuro. "No sé por dónde en traron, no me explico que no los, viese, miré, a los espejos..." murmuraba ayer. A sus 38 años, no sabe si volverá a tocar un volante. El parte policial dice que no se percató de la presencia de los peatones.

La mañana del 14 de febrero, el conductor de la hormigonera, de nombre Fructuoso, entró a trabajar a las ocho de la mañana. A la media hora pusó en marcha su Pegaso e hizo su primera carga en el polígono de Vallecas. Su destino era el colegio del Pilar, en la esquina de las calles de Ayala y del Príncipe de Vergara (Salamanca). Allí se construye un polideportivo.Tras descargar en la obra regresó a Vallecas. Repitió la operación. A las 12.30 paró para comer. Tranquilamente. Una hora después emprendía su último viaje.

A las 14.50 había descargado la hormigonera. Iba a salir del polideportivo en obras. El motor rugía. En las cercanías, Alfonso Armentero Carmona, portero de 64 años, llevaba como todos los días a, sus dos nietos al colegio de Nuestra Señora del Loreto.

"El que estaba en la arena me dio paso [extremo negado por el aludido]. Miré el espejo, miré enfrente, cuando salía noté que las ruedas saltaban. Oí que la gente gritaba: '¡Cuidado!'. Frené y me tiré. Vi los cuerpos ensangrentados. Me metí en la obra para llamar a la policía, a la ambulancia, pero ya lo estaban haciendo", cuenta Fructuoso.

En la acera quedaron los cuerpos de Alfonso Armentero y de su nieta Silvia Chillón Armentero. El juez de guardia tardó dos horas en ordenar el levantamiento de los cadáveres. El otro nieto, Alejandro Gutiérrez Armentero, de cuatro años, resultó herido en la cabeza. Ayer recibió el alta.

El hombre que ha recordado aquellos momentos en cascada habla lento. Explica: "Nunca he tenido un golpe fuerte y llevo cinco años con este tipo de camiones". El impacto del trágico accidente le asedia: "Sentí un dolor tremendo del que no sé si me recuperaré. No me puedo tranquilizar. He ido al médico, tengo mal la tensión. Esto es muy gordo". El futuro lo vislumbra oscuro. No sabe qué hará, como tampoco sabe qué decirle a la familia de los accidentados: "Me pongo en su lugar y no sé..., yo tengo una niña de cinco años y un niño de tres meses".

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Parte policial y testigo

En el parte policial, la tragedia se explica con un lenguaje distante: "El testigo se encontraba cortando el paso peatonal y dando paso al camión hormigonera M-0822-KH, para incorporarse a la calle del Príncipe de Vergara en dirección a la calle de Goya [...] no percatándose de la presencia de los peatones, atropellándoles".

El obrero que supuestamente debía dar la señal de paso al conductor se mostró ayer parco en palabras. Negó vehementemente haber realizado señal alguna. Poco más: "No puedo dar explicaciones. He hablado con la justicia. No sé cómo fue el accidente. Lo siento, adiós".

El conductor de la hormigonera, tras el accidente, fue sometido a la prueba de alcoholemia. Resultó negativa. Dicen los testigos que, al bajar del camión, empezó a chillar.

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