Cartas al director

Haro Tecglen, juez y parte

La crítica de Eduardo Haro Tecglen a Las trampas del azar, de Antonio Buero Vallejo (publicada en EL PAÍS el pasado domingo, 15 de enero), es una ofensa al autor.El crítico no se limita a juzgar el texto, lo que sería lógico, sino que descalifica, como ya es habitual en sus críticas, al primer dramaturgo de nuestro país con calificativos de una mezquindad inaudita.

Debe usted saber que la enemistad de Haro Tecglen es personal y tiene su origen en el problema surgido entre el autor y la mujer del crítico a causa del cobro de unos derechos de la obra...

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La crítica de Eduardo Haro Tecglen a Las trampas del azar, de Antonio Buero Vallejo (publicada en EL PAÍS el pasado domingo, 15 de enero), es una ofensa al autor.El crítico no se limita a juzgar el texto, lo que sería lógico, sino que descalifica, como ya es habitual en sus críticas, al primer dramaturgo de nuestro país con calificativos de una mezquindad inaudita.

Debe usted saber que la enemistad de Haro Tecglen es personal y tiene su origen en el problema surgido entre el autor y la mujer del crítico a causa del cobro de unos derechos de la obra Caimán.

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Eduardo Haro Tecglen, desde entonces, y a pesar de ser juez y parte, critica las obras de Antonio Buero Vallejo con una ferocidad que sólo es posible explicar por los motivos personales a los que me acabo de referir.

Creo que beneficiaría la credibilidad de su diario si enviaran a los estrenos a un sustituto de Haro Tecglen todas las veces que la obra haya sido escrita por algún autor que tenga implicaciones personales con el crítico y que, por lo tanto, le impidan a éste ejercer su labor con la ética necesaria.-

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