Tribuna:

Los Reyes

Caro diario: ayer vi el filme de Moretti. Sólo cree en su vespa, pero por fortuna no lo declama. El va haciendo. Hay un momento que entra en un cine. En la pantalla están los de siempre, bueno, los de últimamente, arrepintiéndose de lo que fueron. Esa cosa grotesca del ajuste de cuentas generacional, de las ilusiones perdidas, esa farandaja. Dándose golpes en el pecho están, yo pecador. Tan falsos fueron cuando creyeron como falsos son ahora que se golpean. Perfectos tontos con el Muro alzado, perfectos tontos con el Muro caído.Sin remedio. El cuarentón Moretti, el Imperfecto, sa...

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Caro diario: ayer vi el filme de Moretti. Sólo cree en su vespa, pero por fortuna no lo declama. El va haciendo. Hay un momento que entra en un cine. En la pantalla están los de siempre, bueno, los de últimamente, arrepintiéndose de lo que fueron. Esa cosa grotesca del ajuste de cuentas generacional, de las ilusiones perdidas, esa farandaja. Dándose golpes en el pecho están, yo pecador. Tan falsos fueron cuando creyeron como falsos son ahora que se golpean. Perfectos tontos con el Muro alzado, perfectos tontos con el Muro caído.Sin remedio. El cuarentón Moretti, el Imperfecto, sale asqueado del cine y dice: "Yo, entonces, en las manifestaciones, gritaba cosas justas". Dan ganas de creerle.Luego va de islas, de paraísos. Sin suerte, claro. En una, los coches: una barahúnda. En otra, la calma: una calma espantosa. Nos pasa siempre y nos pasa a todos: si te crees llegado al paraíso de la perfección y el equilibrio, que sepas que entonces siempre ladrará un perro o llorará un niño o se alzará de pronto la visión de algo muy feo.

Por último, la vida le pone en manos de los médicos. Está a punto de suceder lo irreparable. Nunca delegues, dice Moretti. Muy bajito, lo dice. Como todo lo que dice. Nunca delegues que nadie, ni nada, es perfecto. Caro diario, yo opino igual y opino esto: sólo hay una delegación bella y aceptable, de niño y con los Reyes de Oriente. Y luego se acabó. Cuando uno deja de creer en los Reyes Magos, hay el peligro de acabar creyendo en cualquier palo de escoba disfrazado. Delegar nunca: ni en padres, médicos o políticos, ni en cualquier otro gnomo de ambulante perfección. Ni en los jueces por supuesto, Caro diario, ni en los jueces: esa gente impertérrita que se os anuncia con la balanza de la verdad suspendida en obscena y equilibrada perfección.

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