EL LABERINTO DE LA ADMINISTRACIÓN

Inquina a las ventanillas

Un ex funcionario relata su combate contra la burocracia

Pocas personas hay como Antonio Parra Cabrera (Orcera, 68 años) que odien tanto a la Administración y los funcionarios. Su pasión contra los aparatos es desmedida y no ha decaído desde que obtuvo plaza como oficial mayor del Ayuntamiento de Úbeda (Jaén).-Pasé allí siete años y lo recuerdo con horror. Pensar que a la puerta de mi despacho tenía a mi disposición cuatro personas pendientes de que yo tocara un timbre: "¿Me llamaba usted, señor?"... Pero Pepe, ¡joder!, ¿qué es eso de usted, señor?

Antonio Parra se crió en Úbeda, una ciudad insólita de trazo renacentista, exuberante de bellez...

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Pocas personas hay como Antonio Parra Cabrera (Orcera, 68 años) que odien tanto a la Administración y los funcionarios. Su pasión contra los aparatos es desmedida y no ha decaído desde que obtuvo plaza como oficial mayor del Ayuntamiento de Úbeda (Jaén).-Pasé allí siete años y lo recuerdo con horror. Pensar que a la puerta de mi despacho tenía a mi disposición cuatro personas pendientes de que yo tocara un timbre: "¿Me llamaba usted, señor?"... Pero Pepe, ¡joder!, ¿qué es eso de usted, señor?

Antonio Parra se crió en Úbeda, una ciudad insólita de trazo renacentista, exuberante de belleza. La emigración ha hecho mella en su censo, pero el tirón que ejerce entre los allí nacidos es tan fuerte que mantienen frescos sus vínculos a través de un centenar de casas de Úbeda repartidas fuera de Jaén.

Es decir, Parra odia los ayuntamientos, pero no a Úbeda, cuyos actuales ediles le nombraron por unanimidad hijo adoptivo. Mientras fue oficial mayor, también ejerció de archivero, dirigió la primera emisora de radio, organizaba tertulias en la biblioteca, daba clases particulares y sacaba tiempo para escribir.

No soporto las ventanillas. No soporto acudir a ellas y que te manden a otro sitio. Con lo fácil que sería decir: "Mire usted, vamos a sentarnos, dígame cuál es su problema y le digo lo que tiene que hacer".

Tanto detesta la Administración que a la primera oportunidad que se le presentó la abandonó. Ejecutivos de la constructora adjudicataria del alcantarillado de Úbeda le invitaron a irse con ellos de asesor jurídico a Madrid, donde reside desde entonces, con un ojo puesto en el sur y el otro en la burocracia.

-Lo que más me llamó la atención es que en la empresa se consideraba tabú todo lo relacionado con la Administración. Se acobardaban: ¿Cómo vamos a ir contra Hacienda, el Ayuntamiento?

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Antonio Parra les quitó el miedo a fuerza de asumir sobre sus espaldas todos los recursos de la empresa, recursos que hasta hoy se han resuelto siempre a su favor. "No he perdido ni uno hasta ahora", dice con enfático orgullo.

Los funcionarios tienen patente de corso y hacen suyo el refrán "Si quieres saber quién es Manolillo, dale un carguillo". Deciden esto sí, esto no, notan que tienen capacidad de decisión y se endiosan. Por eso la gente tiene que hacer uso del compadreo o buscar alguna recomendación para que le aceleren los trámites.

Cuando tropiezo con un buen funcionario, le digo que siento haberle conocido porque me rompe los esquemas.

En su archivo hay material para escribir un serial, como a él le gustaría. Su experiencia más reciente sobre la discrecionalidad de la Administración lo tiene entre manos. Se trata de dos operaciones de venta de participaciones a una misma sociedad.

-En el primer caso nos exigían una plusvalía de 3,3 millones por la venta de un 15% de una sociedad. Recurrimos y ganamos. En el segundo se transmitía un 40% y nos pedían 8,9 millones de plusvalía. La operación era idéntica. Recurrimos en reposición y nos desestimaron. Pero yo no me corté. Fui a Hacienda, monté en cólera y el probo funcionario al que le mostré los dos expedientes se acobardó. Resultado: donde decía procedía se cambió por no procedía, y asunto arreglado. ¿Cómo es que dos expedientes de la misma empresa se resuelvan de manera diferente?

Parra relata otra experiencia similar también con Hacienda. "Presentamos una liquidación por actos jurídicos documentados por valor de 396 millones. Van ellos [Hacienda] y nos hacen una liquidación por 440. Presentamos un recurso y reducen la cuantía a 247 millones. ¿Serán estúpidos? Menos de lo que nos habíamos autoliquidado". La resolución se ha decidido en noviembre de 1994, cinco años después de la operación. El tiempo ha prescrito la deuda. "Hacienda no cobrará ni -396 ni 440 ni 276 millones. Nada, ni una perra gorda. ¡Estupenda Administración!", dice Parra sonriendo.

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