Cartas al director

El autobús poderoso

Soy uno de esos conductores de la EMT a quien Alfonso Lafora dedica su luminosa prosa en EL PAÍS del 15 de octubre. Un, ser de poder disoluto y altanero, resbaladizo y truculento, a la sazón peligrosísimo; un tipo al que usted dice detestar y al que dedicaría un breve apunte sobre los quehaceres sociales de su santa madre; un ser mecanizado y exento de clemencia y responsabilidad; un tirano que no sabe que usted tiene madre. Ante estas afirmaciones correspondería una querella contra su persona, pero, por ser yo un trabajador, estoy convencido de que no iba a ser admitida a trámite.Todo eso y a...

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Soy uno de esos conductores de la EMT a quien Alfonso Lafora dedica su luminosa prosa en EL PAÍS del 15 de octubre. Un, ser de poder disoluto y altanero, resbaladizo y truculento, a la sazón peligrosísimo; un tipo al que usted dice detestar y al que dedicaría un breve apunte sobre los quehaceres sociales de su santa madre; un ser mecanizado y exento de clemencia y responsabilidad; un tirano que no sabe que usted tiene madre. Ante estas afirmaciones correspondería una querella contra su persona, pero, por ser yo un trabajador, estoy convencido de que no iba a ser admitida a trámite.Todo eso y algo más dice usted, generalizando, sobre nosotros. Por supuesto, usted desconoce que los conductores de esta empresa somos los que tenemos el más bajo índice de siniestralidad de toda Europa, con ser Madrid la más detestable en este aspecto de todas las ciudades; la ciudad donde los conductores son más indisciplinados, agresivos y maleducados -lo dicen informes publicados en ese mismo periódico-, aunque mi propia experiencia lo rubrica.

Y para ilustrar todos estos insultos que me hace a mí como conductor de esta empresa, y para insultar a mis compañeros, nos cuenta que un autobús se empotró un día de julio contra el coche de su amigo Nacho. Imagínese ahora que yo, dándome la licencia que usted se da sobre nosotros, le dijera al respecto de su amigo Nacho (el que le bebió a usted el whisky) que iba bebido, que por el nombre debe ser un pijo de mucho cuidado y que el autobús le atropelló porque se saltó un semáforo en rojo; y que además, su amigo Nacho, con la cara de pijo correspondiente, insultó al conductor del autobús -éste, naturalmente, no se bajó porque su amigo Nacho, probablemente, llevaba la pistola de papá-

Seguramente me diría que todo eso son conjeturas y que desconozco el grado de gilipollez de su amigo Nacho, y que no tengo derecho a insultar a alguien a quien no conozco, además de que por llamarse así no tiene por qué ser más pijo que un Hernógenes. Estaría usted legitimado para ello; por eso lo retiro en este instante.

Manifiesta usted que todos los madrileños han sufrido en propia carne la acometida de un autobús, afirmación tan gratuita como las demás que hace. De lo que sí le puedo informar es que un elevado porcentaje de conductores de esta empresa hemos sufrido agresiones físicas y verbales provenientes de personas que, como usted, tienen el derecho privado por encima del público e impiden que circulemos por los carriles habilitados para el transporte público, teniendo que salirnos a molestar a personajes como usted.

Se permite usted dudar hasta de nuestro comportamiento en el ámbito de nuestra vida privada. ¿Cuándo ha comido usted en mi casa? ¿Cuándo le he prestado a usted mis libros de Antonio Colinas, Juan Pedro Aparicio o Julio Llamazares?

Ya ve usted que por las lecturas que hago soy un ser peligrosísimo, y sobre todo truculento, digno del desprecio que usted manifiesta hacia "la conducta de ese gremio uniformado".- Secretario del comité de empresa de la EMT.

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