Editorial:

Siete en uno

EN LOS últimos 17 años, los vascos han podido votar libremente en 25 ocasiones si incluimos los tres referendos. El resultado reiterado de todas estas consultas es que Euskadi es un país plural. El Parlamento elegido ayer contará con representantes de siete formaciones políticas, más. que cualquier otra cámara autonómica. Ese pluralismo puede considerarse uno de los rasgos característicos de la sociedad vasca actual. Por ello mismo, cualquier intento de hablar desde un partido -o desde una ideología concreta- en nombre del pueblo vasco, o de Euskadi, será un abuso. Afirmar que Euskadi es naci...

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EN LOS últimos 17 años, los vascos han podido votar libremente en 25 ocasiones si incluimos los tres referendos. El resultado reiterado de todas estas consultas es que Euskadi es un país plural. El Parlamento elegido ayer contará con representantes de siete formaciones políticas, más. que cualquier otra cámara autonómica. Ese pluralismo puede considerarse uno de los rasgos característicos de la sociedad vasca actual. Por ello mismo, cualquier intento de hablar desde un partido -o desde una ideología concreta- en nombre del pueblo vasco, o de Euskadi, será un abuso. Afirmar que Euskadi es nacionalista es tan parcial como proclamar lo contrario; y plantear la llamada cuestión vasca como un contencioso entre vascos y españoles, una tergiversación. La utopía nacionalista sintetizada en la expresión Zazpiak bat (los siete en uno), referente a las siete regiones de ambas vertientes de los Pirineos que formarían una única entidad política, podría expresar más bien hoy ese pluralismo interno de la sociedad vasca: siete fuerzas políticas diferentes se repartirán los 75 escaños de la Cámara de Vitoria, porque así lo han decidido los ciudadanos.El PNV mantiene sus 22 escaños y mejora ligeramente su porcentaje, con lo que se consolida como la primera fuerza política de Euskadi; pero no consigue incorporar, como se pronosticó a la vista de los resultados de Eusko Alkartasuna en las europeas, al conjunto del voto nacionalista democrático que se dispersó en 1986. El declive de los socialistas desde las generales de 1993, puesto de relieve en las autonómicas de Galicia y Andalucía y las europeas de junio, prosigue en Euskadi, donde experimenta un retroceso que adquiere carácter de descalabro: casi tres puntos porcentuales y cuatro escaños.

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También prosigue el lento, pero inexorable, descenso de Herri Batasuna, aunque consigue, por escaso margen, conservar la primera posición en Guipúzcoa. El PP consigue un despegue espectacular (pasa de 6 a 11 escaños) al recuperar el voto moderado que aglutinó UCD en los primeros años de la transición. Izquierda Unida irrumpe con fuerza (obtiene seis diputados), recogiendo gran parte del voto de la desaparecida Euskadiko Ezkerra.

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. Los resultados no permiten asegurar la repetición de la alianza PNV-PSE, aunque en ausencia de los diputados de HB ambos partidos dispondrían de mayoría suficiente para hacerlo. El PNV ya gobernó entre 1980 y 1986 en esas condiciones. Por otra parte, no es seguro que a los socialistas les interese repetir presencia, en una posición subordinada, en un nuevo Ejecutivo presidido por Ardanza. En todo caso, es seguro que los sectores socialistas contrarios al giro autonomista de Jáuregui interpretarán los resultados como prueba del fracaso de esa política, que no sólo no ha atraído los votos de Euskadiko Ezkerra, sino que ha experimentado un serio retroceso respecto a las elecciones de hace cuatro años. Los buenos resultados de las generales de 1993 habrían sido, para esos. sectores, no el resultado de la fusión con el partido de Mario Onaindía, sino del carácter nacional de la consulta: el votante socialista habría estado más dispuesto a movilizarse para que siguiera gobernando González en Madrid que para que lo haga Jáuregui en Vitoria.

Frente a esa lectura se argumenta que estos ocho años de presencia socialista en el Gobierno de Vitoria han tenido un efecto moderador del nacionalismo democrático, y que esa moderación ha permitido al PNV mantener su primacía en el campo nacionalista e impedir la consolidación de un bloque radical alternativo. Ello no era algo que pudiera darse por seguro: en las europeas de 1987, el PNV obtuvo casi 170.000 votos menos que los que sumaron Eusko Alkartasuna (EA) y Herri Batasuna (HB); en las europeas de junio, el PN-V superaba a ambos en 15.000 papeletas. La distancia entre los partidos de Arzalluz y Garaikoetxea ha pasado en siete años de 35.000 a 200.000 votos.

Pero es cierto que las últimas salidas de tono de Arzalluz suscitan cierta perplejidad. Una explicación es que el giro autonomista de Jáuregui, unido a la plena aceptación del marco estatutario por la derecha no nacionalista, ha sido interiorizado por sectores del PNV como un peligro de perder la exclusiva sobre ciertos temas y banderas. La respuesta habría sido radicalizar su discurso para diferenciarlo del puramente autonomista.

Herri Batasuna ha ido perdiendo apoyos en todas las elecciones celebradas desde 1987, cualquiera que fuera su naturaleza: 1,7 puntos en las locales de 1991, 2,3 puntos en las generales de 1993, 3,4 puntos en las europeas de junio y dos puntos ahora. Por primera vez en muchos años, los atentados han estado ausentes de la campaña, seguramente porque así lo ha pedido HB. La referencia a Irlanda es claramente equívoca, porque en Euskadi no existen dos comunidades incomunicadas y dotadas cada una de ellas de su propio aparato paramilitar; pero no habría que descartar que los jefes de ETA:V HB comprendan que la renuncia expresa a la violencia es condición previa para cualquier intento de salida dialogada.

Uno de los efectos de la creciente normalización de la vida política vasca es el crecimiento simultáneo del PP e IU. No era normal que el centro-derecha, que a finales de los setenta recogía el 20% de los votos, se viera reducido a la mitad o menos, como ocurrió en los años ochenta. La ausencia de IU durante estos años tiene que ver probablemente con la presencia de Euskadiko Ezkerra, que en su día aglutinó a un importante sector del PC vasco.

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