Rouco advierte del peligro de que España se convierta en un país viejo y decrépito

El nuevo arzobispo entra en Madrid arropado por Fraga y el himno al apóstol

Antonio María Rouco, de 58 años, entró ayer en Madrid. Tomó posesión como nuevo arzobispo y dio el relevo al cardenal Ángel Suquía en un acto que congregó a unas 5.000 personas en la catedral de la Almudena y que resultó deslucido por la lluvia, que obligó a suspender la ceremonia durante unos minutos. Rouco, durante la homilía, alertó de un peligro que, a su juicio, amenaza a España: puede convertirse "en un país y en un pueblo aventajado y decrépito, física y moralmente". El acto, por expreso deseo del ex arzobispo de Santiago, concluyó con el himno al apóstol.

El himno al apóstol...

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Antonio María Rouco, de 58 años, entró ayer en Madrid. Tomó posesión como nuevo arzobispo y dio el relevo al cardenal Ángel Suquía en un acto que congregó a unas 5.000 personas en la catedral de la Almudena y que resultó deslucido por la lluvia, que obligó a suspender la ceremonia durante unos minutos. Rouco, durante la homilía, alertó de un peligro que, a su juicio, amenaza a España: puede convertirse "en un país y en un pueblo aventajado y decrépito, física y moralmente". El acto, por expreso deseo del ex arzobispo de Santiago, concluyó con el himno al apóstol.

El himno al apóstol Santiago no fue el único símbolo que acompañó a Rouco en su nuevo destino episcopal. El arzobispo entró arropado por el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, y numerosas autoridades gallegas. También hubo vecinos de Villalba (Lugo), su pueblo natal, gaiteros y lluvia, que obligó a suspender varios minutos la ceremonia para trasladarla desde la explanada de la catedral de la Almudena al interior del templo. A la ceremonia asistieron unos 40 obispos.En la homilía, Rouco que utilizó un tono menos condenatorio que en otras ocasiones, advirtió "del ambiente de escepticismo y desencanto social que nos rodea". Y enumeró como prueba de ello el paro, las crisis matrimoniales y familiares, las situaciones de marginación y los atentados contra la vida. "Nos amenaza", indicó a renglón seguido, "el peligro de convertirnos aceleradamente en un país y en un pueblo avejentajado y decrépito, física y moralmente". Para superar esta situación llamó a jóvenes y seglares a dar testimonio de su fe".

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