Cartas al director

Lamento por la plaza de Oriente

Rebasado el acoso, ya podemos asistir al derribo de la plaza de Oriente de Madrid, momento que -desde un candor que dudo si me honra- no creí que pudiera llegar a producirse.Es grande mi indignación como ciudadana y como madri eña ante la nueva hazaña urbanística de nuestro inefable equipo de municipales, porque resulta difícil encontrar un caso más c aro de obra innecesaria, gratuita (no se tome este término en su sentido más vulgar), agresiva y contraproducente. Pero como profesional y docente de la historia del arte también me acucia cierta airada perplejidad al respecto. No se trata sólo d...

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Rebasado el acoso, ya podemos asistir al derribo de la plaza de Oriente de Madrid, momento que -desde un candor que dudo si me honra- no creí que pudiera llegar a producirse.Es grande mi indignación como ciudadana y como madri eña ante la nueva hazaña urbanística de nuestro inefable equipo de municipales, porque resulta difícil encontrar un caso más c aro de obra innecesaria, gratuita (no se tome este término en su sentido más vulgar), agresiva y contraproducente. Pero como profesional y docente de la historia del arte también me acucia cierta airada perplejidad al respecto. No se trata sólo del valor de lo que se perderá de forma irreversible: sucintamente, una plaza y jardines históricos, los restos ocultos pero existentes del entorno palaciego del Madrid cortesano de los siglos XVI y XVII, los vestigios de lo que fue el núcleo matriz del Madrid medieval. Tampoco insistiré, por otra parte, en la ignorancia flagrante (¿también inocente?) de un elemental principio de tratamiento urbano, no evidente sólo para quien no quiere o no le interesa considerarlo, a saber: que únicamente es menos lesivo el tráfico de automóviles en las ciudades antiguas siendo el menor posible y, obviamente, no facilitando su anidamiento en sus lugares históricos. Me-preoucupa, además, el notorio y; sonoro silencio general de tantas gentes de voz pública tan autorizada (háganse las escasas salvedades) ante una intervención de semejante calado -(nunca más literalmente); y me asombro de cómo no haya suscitado el más vivo, no digo movimiento, sino debate abierto y promovido entre y desde las ilustres instituciones y personalidades interesadas en estas cuestiones relativas al estudio, protección, revalorización, conservación, rehabilitación, recuperación... ¿Será que se considera irrelevante el caso? Y para colmo, dentro de este sentimiento que me aqueja -indudablemente ingenuo y marginal, ya digo-, se me hace cada vez más presente la grave figura del arquitecto señor Oriol en aquel abortado intento del debate sobre el tema, al que asistí en la Facultad de Geografía e Historia de la Complutense (16 de marzo de 1993, organizado por la Asociación Cultural Al-Mudaina); allí, como un Sabatini redivivo, nos expuso su discurso benéfico de cómo el único fundamento y motor de sus proyectos radica en su amor a Madrid y en la felicidad de sus habitantes. De todos modos ahora ya no pierdo la esperanza de oírselo de nuevo con motivo de la inauguración de su regio y arqueológico aparcamiento.-

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