Cartas al director

Cuba y la información

Hay que decirlo claro, aunque, de inmediato, a uno le quiten la voz por ello. La prensa y los medios audiovisuales mienten sobre Cuba. Las excepciones, aunque dignas, son tan pocas y tan poco relevantes dentro del proceso general de información que no obligan ni siquiera a matizar una afirmación tan rotunda. Hay que decirlo aunque moleste o desazone a profesionales inocentes o acorralados, o apunte a la falsedad radical de los dogmas sobre libertades y derechos en los que se asienta la legitimación de nuestro sistema político. La información sobre Cuba está integrada y responde, con una fideli...

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Hay que decirlo claro, aunque, de inmediato, a uno le quiten la voz por ello. La prensa y los medios audiovisuales mienten sobre Cuba. Las excepciones, aunque dignas, son tan pocas y tan poco relevantes dentro del proceso general de información que no obligan ni siquiera a matizar una afirmación tan rotunda. Hay que decirlo aunque moleste o desazone a profesionales inocentes o acorralados, o apunte a la falsedad radical de los dogmas sobre libertades y derechos en los que se asienta la legitimación de nuestro sistema político. La información sobre Cuba está integrada y responde, con una fidelidad que no se detiene ante nada, a una estrategia cuyo objetivo es el derrocamiento del sistema social, político y económico que se fue definiendo y estructurando a lo largo del proceso revolucionario. El paradigma de esta desvergüenza es otro gran pope de la información, Hermann Tertsch, quien no ha tenido reparo alguno en aplicar un desdén Infinito a la consideración de las conquistas sociales en el debate sobre Cuba. En este caso, la relevancia de lo que nos niega la información es fácilmente contrastable sin más que acudir a algunos datos estadísticos, que pueden ser evaluados en su comparación con los que corresponden a países no sólo del Tercer Mundo, sino también del primero. Todo esto, sin embargo, carece de importancia para nuestros informantes habituales.

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