Tribuna:

Tropezar en la misma piedra

Que Izquierda Unida (IU) tiene el mismo derecho que cualquier otro partido a pactar con quien estime conveniente, es algo indiscutible. Ningún partido puede pretender que los pactos son legítimos cuando es él el que los cierra y que son espurios cuando los cierran los demás (aunque todos lo pretenden). Pero también es indiscutible que los demás partidos tienen derecho a criticar los pactos que cierre IU, de la misma manera que IU ha criticado y critica los que cierran los demás.

El derecho a pactar y a criticar los pactos en democracia tiene que poder ser ejercido en condiciones de igua...

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Que Izquierda Unida (IU) tiene el mismo derecho que cualquier otro partido a pactar con quien estime conveniente, es algo indiscutible. Ningún partido puede pretender que los pactos son legítimos cuando es él el que los cierra y que son espurios cuando los cierran los demás (aunque todos lo pretenden). Pero también es indiscutible que los demás partidos tienen derecho a criticar los pactos que cierre IU, de la misma manera que IU ha criticado y critica los que cierran los demás.

El derecho a pactar y a criticar los pactos en democracia tiene que poder ser ejercido en condiciones de igualdad. Ningún partido puede pretender en este terreno una situación de privilegio.

Causa un cierto sonrojo tener que recordar estas cosas a seis años del siglo XXI, pero el clima político -no el país- se ha desquiciado tanto en los últimos tiempos que resulta necesario repetir lo que debería estar por encima de toda discusión.

Si se acepta esto, es evidente que el pacto cerrado por Izquierda Unida y el Partido Popular (PP) para ocupar la presidencia del Parlamento de Andalucía y la subsiguiente crítica del PSOE al mismo, no debería ser merecedor de ningún tipo de comentario acerca de su legitimidad. Un partido ha hecho lo que ha estimado oportuno y el otro también. Aquí se acaba la historia y el electorado decidirá en su día.

Lo que ocurre es que el problema no es ese. El problema no ha sido el pacto, sino la explicación del mismo tras la crítica del PSOE. Esto es lo que se sale de lo normal y raya en lo patológico.

Si nos atenemos a lo dicho por Julio Anguita y Felipe

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Alcaraz (EL PAÍS, miércoles 13 de julio, página 11), el pacto estaría justificado por las siguientes razones:

1. Porque Felipe González "ha pactado con lo peor de España".

2. Porque practica el "racismo político", privilegiando industrial y laboralmente a Cataluña en detrimento de Andalucía, ya que en Santana "se ha tenido que sudar sangre", mientras que a Seat se le han dado 40.000 millones "sin mover un dedo".

3. Porque persigue a través de "una alianza de la burguesía reaccionaria convertir España en una sociedad dual, de pobres y ricos".

4. Porque está abriendo de hecho "un proceso hacia la autodeterminación" de Cataluña.

La explicación no puede ser menos convincente. Si de verdad eso es lo que se está haciendo, entonces la respuesta de un pacto para ocupar la presidencia de un Parlamento de una comunidad autónoma es sencillamente ridícula. Un desafuero de esta magnitud justificaría no un "pacto a la griega", sino invocar incluso el "derecho de resistencia" ante la ilegitimidad manifiesta en el ejercicio del poder y la ruptura del marco constitucional.

No sé si serán muchos los ciudadanos que comparten este análisis, pero no es lo que me interesa en este momento. Lo que quiero señalar es simplemente que la explicación de IU no es más que el completo de la crítica del PP a la alianza de PSOE e CiU.

El núcleo de ambas no es otro que convertir en ilegítima -por "parcialidad territorial y/o social"- la alianza del PSOE y CiU. Es a la expresión política del nacionalismo catalán a la que no se da cabida en el sistema político español. Ésta ha sido una de las causas por las que no ha sido posible un sistema democrático estable en España desde finales del siglo pasado por lo menos. Parece que se pretende volver a tropezar en la misma piedra.

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