Juerga por abajo, nervios por arriba

El ruido de la feria 'visita' cada noche a los vecinos de San Francisco de Sales

El lunes se implantó un extraño toque de queda en el número 41 de la calle de San Francisco de Sales. En cuanto anochece, los vecinos no pueden hablar por teléfono, ni oír la tele, ni conversar con la familia, ni dormir. Las atracciones de la feria del Carmen del barrio de Chamberí han comenzado a funcionar y el horror de los vecinos ha ido en aumento.La construcción de un aparcamiento para residentes en la plaza de Chamberí ha obligado este año a trasladar la verbena del Carmen al tramo de la calle de San Francisco de Sales que muere en la calle de Pablo Iglesias. Una responsab...

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El lunes se implantó un extraño toque de queda en el número 41 de la calle de San Francisco de Sales. En cuanto anochece, los vecinos no pueden hablar por teléfono, ni oír la tele, ni conversar con la familia, ni dormir. Las atracciones de la feria del Carmen del barrio de Chamberí han comenzado a funcionar y el horror de los vecinos ha ido en aumento.La construcción de un aparcamiento para residentes en la plaza de Chamberí ha obligado este año a trasladar la verbena del Carmen al tramo de la calle de San Francisco de Sales que muere en la calle de Pablo Iglesias. Una responsable de la Junta de Chamberí explica que este año también estrenan sistema de financiación: "Los feriantes pagarán las actuaciones, los servicios sanitarios y la seguridad -unos ocho millones- más la tasa de ocupación de la vía urbana". La feria se empezó a levantar el pasado día 5 junto al número 41 de la calle de San Francisco de Sales para celebrar la festividad de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio. Un moderno bloque de viviendas, cuyos bajos están ocupados por bares de copas a los que acuden en tropel los jóvenes o los aficionados a las motos. Allí sufren los vecinos la consiguiente cascada de vómitos de borrachera en el portal, las conversaciones de madrugada sobre la acera o los acelerones de motos a escape libre.

Así que la llegada de la feria ha colmado el vaso de la paciencia de los vecinos y se han animado a protestar tras unos días durmiendo menos horas de las acostumbradas. Patricia Verdugo, veinteañera, explica que la verbena "ha sido la repanocha". "Le voy a decir la verdad", comenta Carmen Minguito, vecina del inmueble, "está siendo un horror. Una noche intenté hablar con mi sobrina por teléfono y no nos pudimos entender". Sobre su mesilla de noche acaba de aterrizar una caja de tapones para los oídos.

Adela Martínez no ha podido escoger peor fecha para trasladarse de casa. "Hace diez días que me cambié y estoy horrorizada porque esto es el colmo. Tras varías noches sin dormir, el otro día llegué al trabajo enferma y me tuve que volver a casa". Adela se considera "lo suficientemente transigente como para entender que ocho días al año monten una feria". "Pero es que veo", añade, "que están haciendo la acometida de agua y puede que después se les ocurra poner otra cosa", explica esta economista del Ministerio de Agricultura. Ella se pregunta por qué no organizan la verbena en el Parque Tierno Galván, en la Casa de Campo o en El Retiro. Igual piensa Leonor Pérez, quien cree además que los feriantes no están ahora en el mejor sitio para hacer negocio. Y no lo están haciendo, precisamente. Felipe Benedicto, dueño de los coches de choque infantiles instalados en la feria, comenta que facturan en todas las atracciones un 20% menos que el año pasado.

La coyuntura obliga a emigrar y todos hacen planes para convivir con lo que se les avecina. La música acabará a la una de la madrugada hoy y el domingo, y a las dos, el viernes y el sábado. "Me iré a cenar a Cuenca y volveré a las tres de la mañana". "Iré todos los días a la última sesión de cine hasta que pase lo peor" o ','me iré a alguna terraza tranquila".

El nombre de la cantante que cerrará, las fiestas del Carmen, Martirio, resume el sentir de casi todos los vecinos. Porque hay otros, los más pequeños, que están encantados. Como Fernando y José María, también vecinos del edificio, cuya edad, nueve y siete años, les hace ver el problema del ruido de atracciones con ojos más brillantes.

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