Tribuna:

El mulato de Goteborg

Martin Dahlin se zambulló tres veces en el área de los rusos, en busca de otros tantos balones que le llegaban a media altura. La primera de ellas fue agarrado y el penalty lo transformó un compañero en el primer gol del partido. Las otras dos se resolvieron en sendos impecables cabezazos inalcazables para el meta ruso. Daba así Dahlin la razón a su seeccionador, Tommy Svensson, que había atajado las críticas a la elección de Dahlin con estas palabras: "Es nuestro atacante más fuerte; el que más sabe hacerse respetar en el campo internacional".Porque Martin Dahlin tiene sus críticos en Suecia....

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Martin Dahlin se zambulló tres veces en el área de los rusos, en busca de otros tantos balones que le llegaban a media altura. La primera de ellas fue agarrado y el penalty lo transformó un compañero en el primer gol del partido. Las otras dos se resolvieron en sendos impecables cabezazos inalcazables para el meta ruso. Daba así Dahlin la razón a su seeccionador, Tommy Svensson, que había atajado las críticas a la elección de Dahlin con estas palabras: "Es nuestro atacante más fuerte; el que más sabe hacerse respetar en el campo internacional".Porque Martin Dahlin tiene sus críticos en Suecia. Muchos piensan que él es su peor enemigo, por su sangre caliente, que le hace fácil pasto de las provocaciones y que le ha hecho llevar una carrera irregular. Pero quizá en las críticas subyazca aún cierto rechazo, quién sabe si inconsciente, a ver un mulato conduciendo el ataque sueco. Porque Martin Dahlin ha sido el primer futbolista de color en vestir la camiseta sueca, y ha ido abriendo camino en este sentido por todas las categorías, desde juvenil hasta el primer equipo.

Dalilin nació en Goteborg hace 26 años, hijo de un venezolano -que duró poco en Suecia- y una sueca. Jugaba en el modesto Lundz cuando le descubrió un hombre que también está en estos días en el Mundial, pero en otro bando: Roy Hodgson, seleccionador suizo. Hodgson, inglés, entrenaba entonces al Malmoe, y concedió un puesto en la punta del ataque al joven Dahlin. Le salió bien. En el 88, el Malmoe fue campeón con 22 goles de Dahlin, cuatro de ellos conseguidos en la jornada decisiva, contra el Djurgaarden. La selección le ofreció plaza de titular y todo le sonreía.

Pero la fama, el dinero, las ganas de divertirse, alguna lesión y su colérico temperamento con las consiguientes expulsiones, estuvieron a punto de dar al traste con todo. El Malmoe estuvo en riesgo de descenso, Dahlin llegó a perder la titularidad y de milagro no se cerró su traspaso al modestísimo Helsinborg. La selección, por supuesto, le olvidó. Para Italia-90 estaba desaparecido del panorama internacional.

Recapacitó, volvió a la tarea y recuperó su puesto en el Malmeo. De ahí saltó al Borussia Moenchengladbach, su actual equipo. La competitiva liga alemana ha terminado de completar su formación. Ha llegado al Mundial en la mejor edad, los 26, con la cabeza sentada y en posesión de todas sus condiciones atléticas.

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