Me temo lo peor

Quiero decir a Vázquez Montalbán que estoy leyendo su último libro de historias de Carvalho y me estoy temiendo lo peor. Poco a poco está preparándonos para su historia definitiva y final, para que acabe su vida en la antigloria de antihéroe. Lo digo porque pienso que últimamente se ha agudizado en él el escepticismo melancólico, que yo considero de castellano sabio, mientras considero gallego en él su antigua fuerza y su cantidad en lo corpóreo y catalanes su exquisitez y su erotismo.Pero si le deja morir o le hace morir, ¿qué vamos a hacer las enamoradas de Pepe Carvalho? Es tan auténtico ho...

Quiero decir a Vázquez Montalbán que estoy leyendo su último libro de historias de Carvalho y me estoy temiendo lo peor. Poco a poco está preparándonos para su historia definitiva y final, para que acabe su vida en la antigloria de antihéroe. Lo digo porque pienso que últimamente se ha agudizado en él el escepticismo melancólico, que yo considero de castellano sabio, mientras considero gallego en él su antigua fuerza y su cantidad en lo corpóreo y catalanes su exquisitez y su erotismo.Pero si le deja morir o le hace morir, ¿qué vamos a hacer las enamoradas de Pepe Carvalho? Es tan auténtico hombre adorable que las que desde los siete años leemos y nos enamoramos sólo achacamos a la casualidad no haber coincidido con él ante un escaparate de libros y oírle sorprenderse de que otros sepan historias de su vida.

Quizá veamos aún algo así, y también un restaurante Pepe Carvalho en Barcelona, donde, una vez muerto, podamos culminar la peregrinación por sus recuerdos, en un país que fomenta tan poco sus recorridos literarios, como en Londres se puede en el pub donde paraba Sherlock Holmes.

Carvalho es como deseamos: inteligente, guapo (algo machista en eso porque se cuida poco el perfil para ellas), generoso y valiente. Tiene, además, esa ironía, tierna luego..., de modo que solamente podríamos soportar su marcha por dejar de sentir celos de Charo