Reportaje:EL LABERINTO DE LA ADMINISTRACIÓN

En lista de espera hasta el 2001

El turno para una operacion de cataratas puede tardar siete años

Ya no puede desplazarse sola hasta el quiosco. Anunciación Fernández Casas, de 58 años, es corta de vista de nacimiento, pero siempre se ha valido por sí misma. La penúltima vez que recuerda la medición de su agudeza visual fue cuando se casó. Tenía 23 dioptrías en un ojo y una menos en el otro. Siempre ha tenido que llevar gafas culo de vaso para compensar sus deficiencias de vista. Al casarse con Gil Simarro se fueron a Madrid en busca de trabajo. Eran los años sesenta, cuando comenzaron los aluviones de inmigrantes desde los pueblos conquenses a Barcelona, Valencia o Madrid. Gil enco...

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Ya no puede desplazarse sola hasta el quiosco. Anunciación Fernández Casas, de 58 años, es corta de vista de nacimiento, pero siempre se ha valido por sí misma. La penúltima vez que recuerda la medición de su agudeza visual fue cuando se casó. Tenía 23 dioptrías en un ojo y una menos en el otro. Siempre ha tenido que llevar gafas culo de vaso para compensar sus deficiencias de vista. Al casarse con Gil Simarro se fueron a Madrid en busca de trabajo. Eran los años sesenta, cuando comenzaron los aluviones de inmigrantes desde los pueblos conquenses a Barcelona, Valencia o Madrid. Gil encontró trabajo como metalúrgico y se establecieron en Carabanchel, el barrio más populoso y popular del sur de Madrid. Tuvieron cuatro hijos, una chica y tres muchachos, uno de los cuales padece esquizofrenla y comparte la vivienda con ellos. Los demás viven independientes. El chico enfermo fue captado hace unos años por la organizacion Prodiecu, que había montado un juego ilegal en paralelo al sorteo de la ONCE. Las papeletas adquirieron gran expansión al hacer beneficiarios a los minusválidos con discapacidades diferentes a las de la vista. Al desaparecer este juego, muchos de los vendedores ilegales fueron asimilados por la ONCE. El hijo de Anunciación y Gil intentó solicitar un puesto como vendedor discapacitado, pero se lo pensó mejor. Siempre tendría más posibilidades de obtener un puesto de venta de cupones su madre, casi ciega, que él mismo.Anunciación solicitó el puesto y se lo dieron. Durante más de cinco años ha estado vendiendo cupones a la intemperie cerca de una estación de metro. Hace un par de años logró una licencia del Ayuntamiento de Madrid para instalar un quiosco. No es fácil conseguirlo. Las ordenanzas impiden, su instalación sobre aceras que midan menos de cuatro metros y las solicitudes que se presentan son demasiadas.

Por suerte para Anunciación, el quiosco está distante tan sólo unos 600 metros de su casa. Con las 150.000 pesetas que obtiene por la venta de cupones y las 100.000 que recibe su marido, jubilado prematuramente por una lesión, se defienden bien.

El problema surgió cuando comenzó a flaquear su mermada vista. Ha sido un proceso lento, iniciado tres años atrás. "Cada vez veía peor y peor, hasta perder prácticamente la visión". Finalmente, los médicos del ambulatorio de su zona, en la calle del Aguacate, la remitieron al hospital Doce de Octubre para que fuera operada. El avance de las cataratas amenazaba su vista. Gil y Anunciación intentaron efectuar la operación en La Paloma, un pequeño hospital privado, pero desistieron de hacerlo ante la situación de riesgo de la paciente, que padece un soplo en el corazón.

Con todos los papeles en regla se dirigieron a la consulta de oftalmología del Doce de Octubre para concertar una cita previa de diagnóstico. Aquello es como un vomitorio de una plaza de toros en un día triunfante de Curro Romero. El personal apenas puede transitar; un público mayoritariamente de edad avanzada ocupa el espacio disponible, los pasillos, las puertas, los ascensores, las escaleras... Gil Simarro se asustó de tamaña marabunta, y ante la imposibilidad de acceder a la consulta, recurrió a la oficina de atención al paciente para quejarse. Ni siquiera sabe cuándo podrán ser recibidosn el servicio de diagnóstico, primer paso para apuntarse en lista de espera para una intervención.Desde que hace un año finalizaron los planes de choque establecidos por la anterior administración sanitaria, las listas de espera de diagnóstico (en cardiología, trauma y otorrino oscilan entre los seis meses y dos años y medio) y quirúrgicas del hospital Doce de Octubre han vuelto a dispararse. Aquellos planes consiguieron reducir el 75% de las listas de siete patologías mediante la incentivación económica de los equipos médicos para que extendieran su horario por la tarde.Concluidos los planes de choque, los nuevos responsables del Insalud han optado por atajar las listas de espera mediante la firma de contratosprogramas con hospitales privados. También se han ofrecido incentivos para la prolongación de jornada, pero los médicos los han rechazado. "¿Cómo nos pueden ofrecer ahora 11.000 pesetas por una operación de cataratas cuando el año pasado nos daban 6.000 pesetas más?", dice Jacinto García Pascual, cardiólogo y representante del colectivo médico de este hospital.Otro médico, que prefiere no identificarse, se queja de la presión que soportan de los pacientes. "Se enfurecen y descargan su ira contra nosotros". A 6 de mayo, id lista de espera para intervenir de cataratas era de 2.542 personas. "Esa suma, multiplicada por el factor 1 4 da 4.300 ojos para operar. Al ritmo de trabajo actual, eso supone que, si Anunciación se incorpora hoy a la lista de espera, se calcula que será operada el año 200l".Anunciación no ha superado la fase de lista de espera para su diagnóstico. Los responsables del Doce de Octubre admitían hace cuatro meses que la demanda de pacientes era superior a sus disponibilidades.

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