Editorial:

Sin sospecha

LA CATARSIS en que está empeñada, de una u otra manera, la clase política española y que la ciudadanía exige no sólo es necesaria: es indispensable para sanear la vida pública, rehacer la credibilidad y recuperar parte de la legitimidad institucional mermada. Pero amenaza con desembocar en un irrespirable clima inquisitorial de delaciones y de rumores sin contraste. Sobresalta el uso que algunos hacen de determinadas informaciones, sin distinguir entre cuentas de dinero negro multimillonarias y estadillos de ahorros propios de un profesional, correctamente declarados.Esto es lo que está...

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LA CATARSIS en que está empeñada, de una u otra manera, la clase política española y que la ciudadanía exige no sólo es necesaria: es indispensable para sanear la vida pública, rehacer la credibilidad y recuperar parte de la legitimidad institucional mermada. Pero amenaza con desembocar en un irrespirable clima inquisitorial de delaciones y de rumores sin contraste. Sobresalta el uso que algunos hacen de determinadas informaciones, sin distinguir entre cuentas de dinero negro multimillonarias y estadillos de ahorros propios de un profesional, correctamente declarados.Esto es lo que está sucediendo con algunas lecturas de la información publicada sobre las modestas inversiones del actual gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo. Que éstas sean públicas resulta un dato demostrativo de su limpio origen y de su adecuación, no sólo a la normativa vigente, sino incluso al cuadro legal resultante de la reforma en curso: administración ciega, transparencia fiscal. Que éstas hubieran sido canalizadas a través del despacho de Manuel de la Concha -entonces no sujeto a sospecha- es producto de su condición de síndico de la Bolsa de Madrid: lo sustancial es que incluso este cauce hoy sospechoso no ha manchado ni el origen ni el destino de los fondos, en todo caso blancos, del gobernador.

Algunos hacen un uso indiscriminado y tendencioso de informaciones útiles -para aclarar las cosas y enriquecer los mecanismos democráticos- con el fin de arrojar toda suerte de sospechas sobre el gobernador y la institución que encabeza, precisamente en el momento en que la calidad de ambos ha sido puesta a prueba, satisfactoriamente, en el caso Banesto.

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