Reportaje:

Fotografía del egoísmo

Mapa de 120 calles del centro con las infracciones simultáneas de 930 coches mal aparcados

La fotografía que presentan poco más de dos kilómetros cuadrados de la capital en horas de oficina -el pasado miércoles 20 de abril por la mañana- parece un claro ejemplo de la insolidaridad ciudadana. Tres periodistas patearon 111 calles y nueve plazas de los distritos de Chamberí, Centro y Salamanca -una muestra-, para elaborar el plano del Madrid asediado por conductores sin escrúpulos y casi sin multas: los que aparcan en una esquina encima de la acera, negando su espacio natural a los peatones; quienes estacionan a deshora en una zona de carga y descarga sin pensar que el camión de las ce...

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La fotografía que presentan poco más de dos kilómetros cuadrados de la capital en horas de oficina -el pasado miércoles 20 de abril por la mañana- parece un claro ejemplo de la insolidaridad ciudadana. Tres periodistas patearon 111 calles y nueve plazas de los distritos de Chamberí, Centro y Salamanca -una muestra-, para elaborar el plano del Madrid asediado por conductores sin escrúpulos y casi sin multas: los que aparcan en una esquina encima de la acera, negando su espacio natural a los peatones; quienes estacionan a deshora en una zona de carga y descarga sin pensar que el camión de las cervezas tendrá que servir el pedido tapando la calle. O quienes ignoran la salida de emergencia de la Escuela de Artes y Oficios, en la calle de La Palma, donde cientos de jóvenes quedarían atrapados en caso de incendio.Los periodistas tampoco vieron lugares disponibles para aparcar bien. Las 120 calles habían colgado el cartel de completo, con lo que los automovilistas coparon lugares prohibidos, las aceras cuando la ausencia de bolardos se lo permitían -en los aledaños de la Gran Vía estas columnas se presentaban como el más efectivo disuasor-, los reservados a minusválidos o los vados de salidas de emergencia. La calle de La Palma esquina con San Bernardo constituía un ejemplo de todas estas infracciones. Mientras, los aparcamientos públicos (210 pesetas la primera hora) tenían plazas de sobra.

Los conductores parecían saber que la policía cada vez multa menos y que la ORA es casi un recuerdo. Con el PP en el Ayuntamiento la indisciplina ha sido menos castigada. Por ejemplo, las multas para sancionar la doble o triple fila -15.000 pesetas- descendieron un 35% desde 1989 hasta 1993. La ORA también ha registrado, con el PP en el poder, los peores resultados de su historia.

Los madrileños compraron menos boletos que nunca en toda la historia de este sistema de regulación de aparcamiento, que funciona desde hace 13 años. Adquirieron 2,03 millones de horas en boletos, lo que en absoluto financia los gastos que provocan los 390 empleados de la EMT encargados de denunciar a los coches mal aparcados. El bajón en las multas y la escasa consideración hacia la ORA se atribuyen a la precaria capacidad del Ayuntamiento para procesar las multas. Datos del pasado año señalaban que sólo se cobran seis multas de cada 1.000.

Del dilatado paseo por los dos kilómetros cuadrados largos de superficie del centro el pasado miércoles cabría sacar una primera conclusión. Los coches invaden todo lo que les dejan y sólo respetan lo que es físicamente inaccesible. En las callejuelas del centro, el peatón se salva por los bolardos que ha ido colocando el Ayuntamiento y la remodelación de las aceras en las esquinas impidiendo en muchos casos el aparcamiento. Pero allí donde la calzada se hace más ancha, más espacio tienen los conductores para dejar su coche donde les peta aun a costa de dejar cuatro carriles reducidos a uno.

Los pasos de cebra no existen de hecho, y las señales de prohibido aparcar son meros objetos decorativos, en Arapiles, Bilbao, Fuencarral y Malasaña. Las rayas blancas a veces se libran por los pelos del neumático agresor en las arterias como Eloy Gonzalo o Bravo Murillo. Pero lo angosto de las calles del barrio de Malasaña consigue que el conductor se sienta más protegido de las multas que le acecharían en vías más anchas. Algunas aceras de la calle de Palafox se hallan medio tomadas por los coches. Todo es posible con tal de ahorrarse los 42 duros que cuesta la hora de aparcamiento en el subterráneo de Arapiles, cuyo letrero exhibía el cartel de libre.

La isleta en la que se alza la estatua a Quevedo -a pocos metros del citado subterráneo- se hallaba el miércoles totalmente rodeada por 10 coches aparcados en flagrante prohibido que obstaculizan la marcha de los vehículos que se dirigen hacia la calle de Arapiles.

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Las señales con las que se prohíbe aparcar entre nueve de la mañana y ocho de la tarde, espacios reservados a la carga y descarga, quedan muy decorativas en la calle del Divino Pastor. Más de 60 coches, la mayoría montados en una acera que mide un metro de ancho, han desatendido las señales. El concejal de Limpiezas, Luis Molina, habrá tenido que pasar entre dos coches para entrar en la concejalía -y de paso los habrá limpiado con su abrigo, como hacen al resto de los ciudadanos-, porque los accesos al edificio se hallaban taponados pese al claro letrero de Prohibido aparcar, excepto vehículos oficiales.

La frase se repite frente al hospital de Madrid, en la calle de Rodríguez San Pedro. Pero ni caso. El conductor de una ambulancia se ve forzado a estacionar en doble fila, lo que dificulta el traslado de la camilla. Los dos carriles-bus de la calle de Fuencarral -entre Bilbao y Barceló- están invadidos por coches mal aparcados, a pesar de las líneas continuas y de los prohibidos, más que claros.

Los taxis no tienen ni un hueco para situarse en su parada de la calle de Arapiles. Diez conductores madrugaron más que ellos.

Aunque el récord de indisciplina lo registró el barrio de Salamanca. En una superficie de poco más de un kilómetro cuadrado había 113 coches mal estacionados en arcenes (muchos de ellos en el carril-bus); 16 subidos en las aceras; 169 en doble fila; o 54 aparcados indebidamente en las esquinas; algunos combinaban varias infracciones, en especial la de estar a la espera en doble fila y en un paso de cebra.

Basta que alguien deje su coche en el carril-bus de la calle de O'Donnell o en la calle de Serrano para que muchos automovilistas les imiten a continuación. El barrio de Salamanca. es el reino de la doble fila. La mayoría actúa impunemente, pero hay quien, infractor aunque concienciado, deja una hoja en el parabrisas para indicar dónde está.

Muchos de los que aparcan el coche en doble fila recurren a la estratagema de dejar un acompañante mientras se hace el recado. Así inhabilitan el carril (basta un solo coche para lograrlo), pero no hay peligro de multas o de impedir la salida al coche al que dejan arrinconado.

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