Cartas al director

El ombligo de Madrid

Es comprensible que el señor Julio Llamazares se encuentre un tanto apátrida y desorientado al despertarse todas las mañanas y recordar que a su pueblo leonés se lo tragó un buen día un pantano. Es comprensible que una persona así haya elegido Madrid como el sitio en donde revivir, trabajar y darse a conocer a través de sus tribunas. Lo que no es comprensible es que nos advierta de cuando en cuando que ésta es una ciudad que se mira el ombligo con rabia y que maltrata con su indiferencia y cortedad de miras a todo lo que le circunda. La magia que tiene Madrid para acoger a personas como usted,...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Es comprensible que el señor Julio Llamazares se encuentre un tanto apátrida y desorientado al despertarse todas las mañanas y recordar que a su pueblo leonés se lo tragó un buen día un pantano. Es comprensible que una persona así haya elegido Madrid como el sitio en donde revivir, trabajar y darse a conocer a través de sus tribunas. Lo que no es comprensible es que nos advierta de cuando en cuando que ésta es una ciudad que se mira el ombligo con rabia y que maltrata con su indiferencia y cortedad de miras a todo lo que le circunda. La magia que tiene Madrid para acoger a personas como usted, darle las mismas facilidades que a los vecinos de aquí, dejarle amablemente que nos ponga, con elegancia, de vuelta y media desde nuestros diarios y, al día siguiente, seguir comprando sus libros, es algo que debería hacerle caer de la higuera en qué le vemos subido los madrileños. Si un día baja de ella, verá que en esta ciudad han quedado como arcaísmos palabras tales como patria, pueblo, fronteras, nacionalismo, sangre, forastero, ombligo...-

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En