Tribuna:

Exodo

Madrid siempre está bastante bien, salvo error u omisión. Pero en agosto y en Semana Santa se pone idílico y retozón. En esas fechas, los desavisados aprovechan para abandonar la ciudad y dejarnos al fin solos. Agosto es una balsa sosegada sin jefes y sin prisas, pero con una calor que se te mete por los centros sin respeto a la siesta ni a la noche. Semana Santa es otra cosa. Aquí se alían la piedad y el desenfreno, las procesiones y la lujuria, lo espiritual y lo espirituoso. Y además, los jefes y las autoridades se ausentan provocando con su cruel lejanía un desamparo paradisíaco, un...

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Madrid siempre está bastante bien, salvo error u omisión. Pero en agosto y en Semana Santa se pone idílico y retozón. En esas fechas, los desavisados aprovechan para abandonar la ciudad y dejarnos al fin solos. Agosto es una balsa sosegada sin jefes y sin prisas, pero con una calor que se te mete por los centros sin respeto a la siesta ni a la noche. Semana Santa es otra cosa. Aquí se alían la piedad y el desenfreno, las procesiones y la lujuria, lo espiritual y lo espirituoso. Y además, los jefes y las autoridades se ausentan provocando con su cruel lejanía un desamparo paradisíaco, una melancolía orgásmica, un no sé qué inconfesable y cimarrón, un gustirrinín extraparlamentario.A pesar de las desdichas reseñadas, siempre se puede echar mano de consuelos sinuosos para paliar la morriña: tras una noche de penitencia y pasión en cualquiera de los garitos que permanecen toda la noche en vela, uno puede navegar sin agobios por las procelosas aguas del estanque del Retiro dando calor, solaz y arrumacos a las novias o coyunturas de los ausentes, y viceversa. Y después, tras ejercer de desinteresado bucanero, llevar a la dama a descansar en los brazos de Morfeo, o de quien fuere.

En la Semana Santa madrileña hay mucho Morfeo de contrabando, mucho buitre, mucho hurón y mucha mantis religiosa. A poco que te descuides te despistan a la novia, a la circunstancia y a otros seres queridos. Y si no te los quitan, te los malean y los tornan levantiscos. Muchas personas emparejadas. siguen haciéndose esta piadosa reflexión: si voy acompañado, gasto el doble y me divierto la mitad; si voy solo, gasto la mitad y me divierto el doble. A pesar de ello, algunos desconfiados y no pocas recelosas se han colocado la mosca detrás de la oreja y han decidido permanecer aquí al pie del cañón controlando a la guerrilla. Enseguida se percatan de algo que saben muy bien quienes omiten excursiones pascuales: si todo el dinero ahorrado para las vacaciones se invierte en juergas madrileñas, todavía te sobra mucha pasta para hacer exactamente lo mismo en el cálido agosto. Madrid, en este plan, es Badem Badem, como dicen los castizos.

Un individuo bastante cínico esgrime esta disculpa ante su señora para no acompañarla a la playa: "Amor mío, este año no puedo ir contigo. Estoy muy ocupado porque tengo nada que hacer, me espera nadie y he de llegar cuanto antes a ninguna parte". Es un experto en hacer la pascua.

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