Cartas al director

Atropellos oficiales

El viernes 4 de marzo, los residentes con vehículo aparcado en el tramo de Cervantes (que va de Duque de Medinaceli a San Agustín) hemos visto cómo la grúa municipal lo retiraba por celebrarse la multitudinaria visita al Cristo del primer viernes de marzo. Los que llevamos varios años sufriendo el barrio estábamos atónitos: otro atropello más y van... Es la primera vez que este tramo se corta (¿por qué no Duque de Medinaceli, donde están los espacios reservados al Palace, CSIC y Turismo?), y ello sin razón aparente, puesto que no está en la manzana de la iglesia (como no sea la de que aparquen...

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El viernes 4 de marzo, los residentes con vehículo aparcado en el tramo de Cervantes (que va de Duque de Medinaceli a San Agustín) hemos visto cómo la grúa municipal lo retiraba por celebrarse la multitudinaria visita al Cristo del primer viernes de marzo. Los que llevamos varios años sufriendo el barrio estábamos atónitos: otro atropello más y van... Es la primera vez que este tramo se corta (¿por qué no Duque de Medinaceli, donde están los espacios reservados al Palace, CSIC y Turismo?), y ello sin razón aparente, puesto que no está en la manzana de la iglesia (como no sea la de que aparquen los coches oficiales, que, lógicamente, no pagan canon). Naturalmente, los policías municipales "se limitaban a cumplir órdenes", y, eso sí, advertían que "no pasarían cargo alguno por la retirada del vehículo"; el cabo que los dirigía "no tenía por qué dar explicaciones de un acto oficial; este año se había decidido cortar este tramo y, además, ya se había advertido con 48 horas". Esto último sólo era verdad en parte. Efectivamente, el miércoles 2 había señales de prohibición sin ningún cartel explicativo, y, de ellas, apenas quedaban dos el jueves por la noche e incluso el viernes por la mañana. Dado que las aceras se están levantando por milésima vez en los últimos dos años, también las señales podían estar motivadas por ello.Es imaginable el caos circulatorio, algunos conductores estaban fuera de sí, los vecinos no digamos (las voces y las bocinas no pararon en toda la noche), y uno se pregunta: ¿hasta cuándo debemos aguantar los residentes los atropellos por actos de todo tipo (religiosos, políticos, diversiones nocturnas, etcétera), mientras nadie se acuerda de nuestra existencia? ¿No es compatible nuestra tranquilidad con la devoción?.-

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